Poned la
mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Colosenses
3:2
Muchos
hemos aprendido a confiar en Dios para que nos prospere, pero pedimos tanto que
se nos hace imposible estar al día con todas las cosas. Gastamos tanto tiempo y
esfuerzo atendiendo a las "cosas" legítimas de la vida, que sin tener
conciencia de ello empezamos a poner nuestro afecto en las cosas del mundo y no
en Dios.
Cuando
Kenneth y yo oímos por primera vez sobre cómo vivir por la fe, estábamos en una
situación desesperante. Estábamos enfermos y en la quiebra, y por eso fue fácil
dedicarnos a la oración y a la Palabra. A medida que honrábamos a la Palabra de
Dios, Él nos honraba y nos hacía prosperar. Llegamos al punto en el que dejamos
de estar desesperados.
Pero
entonces vino la prueba verdadera de nuestra fe. ¿Serviríamos a Dios porque le
amábamos o porque estábamos en una situación desesperante?
Bueno,
alabado sea Dios, lo hicimos por amor. Pero en el proceso aprendimos algo: se
requiere más dedicación servir a Dios en la prosperidad que en la
desesperación. Porque existe la tentación a dedicarse más a las cosas
terrenales y a dejar las cosas de Dios en segundo plano.
Cuando
las bendiciones materiales de Dios empiecen a llegarle, tenga presente que Él
no le ha capacitado en su Palabra para que usted satisfaga sus propios deseos.
Él le ha dado a conocer su Palabra para que usted ande en el Espíritu y haga la
obra que le ha llamado a cumplir.
No deje
que las cosas de este mundo le hagan desaprovechar las cosas gloriosas del
Espíritu. Ponga sus cosas en orden de acuerdo a la Palabra de Dios. Ponga su
mira en las cosas de arriba y descubrirá que la vida puede ser un pedazo de
cielo aquí, como se supone que debe ser.
¡Qué
futuro!
Juntamente
con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con
Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de
su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Efesios
2:6,7
Dios no
es egoísta; más bien es todo lo contrario. Él es el dador por excelencia; el
amante supremo. Él no hace nada tan sólo para conseguir algo a cambio.
Entonces, ¿por qué nos salvó?