sábado, 1 de abril de 2017

DE LA DESESPERACIÓN A LA DEVOCIÓN



Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.

Colosenses 3:2

Muchos hemos aprendido a confiar en Dios para que nos prospere, pero pedimos tanto que se nos hace imposible estar al día con todas las cosas. Gastamos tanto tiempo y esfuerzo atendiendo a las "cosas" legítimas de la vida, que sin tener conciencia de ello empezamos a poner nuestro afecto en las cosas del mundo y no en Dios.

Cuando Kenneth y yo oímos por primera vez sobre cómo vivir por la fe, estábamos en una situación desesperante. Estábamos enfermos y en la quiebra, y por eso fue fácil dedicarnos a la oración y a la Palabra. A medida que honrábamos a la Palabra de Dios, Él nos honraba y nos hacía prosperar. Llegamos al punto en el que dejamos de estar desesperados.

Pero entonces vino la prueba verdadera de nuestra fe. ¿Serviríamos a Dios porque le amábamos o porque estábamos en una situación desesperante?

Bueno, alabado sea Dios, lo hicimos por amor. Pero en el proceso aprendimos algo: se requiere más dedicación servir a Dios en la prosperidad que en la desesperación. Porque existe la tentación a dedicarse más a las cosas terrenales y a dejar las cosas de Dios en segundo plano.

Cuando las bendiciones materiales de Dios empiecen a llegarle, tenga presente que Él no le ha capacitado en su Palabra para que usted satisfaga sus propios deseos. Él le ha dado a conocer su Palabra para que usted ande en el Espíritu y haga la obra que le ha llamado a cumplir.

No deje que las cosas de este mundo le hagan desaprovechar las cosas gloriosas del Espíritu. Ponga sus cosas en orden de acuerdo a la Palabra de Dios. Ponga su mira en las cosas de arriba y descubrirá que la vida puede ser un pedazo de cielo aquí, como se supone que debe ser.


¡Qué futuro!

Juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

Efesios 2:6,7

Dios no es egoísta; más bien es todo lo contrario. Él es el dador por excelencia; el amante supremo. Él no hace nada tan sólo para conseguir algo a cambio. Entonces, ¿por qué nos salvó?

LA ALEGRIA DE UNA VIDA SENCILLA

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