¿Cómo
debo vivir la vida cristiana?
Algunas personas erróneamente creen
que, una vez que se convierten en creyentes, pueden seguir viviendo la vida por
su cuenta. A veces yo caigo en esta trampa y pienso que mis habilidades son
suficiente. Considere sus talentos personales. Puede que usted posea grandes
aptitudes verbales, analíticas o atléticas. Pero, tenga cuidado, ya que esas
mismas potencialidades pueden interponerse a otras mejores de Dios.
La intención de Dios no es que seamos
autosuficientes, sino que vivamos humildemente sometidos a Él en una relación
íntima de dependencia total a Él. Hasta ahora, no debería sorprenderle que no
le haya encomendado una tarea imposible de hacer. Al contrario, Él hizo posible
nuestra sumisión enviándonos su presencia constante en la persona del Espíritu
Santo. El término “Espíritu Santo” proviene de la palabra griega pneuma, que
significa “aliento” o “viento.” Al recibir el Espíritu Santo que el Padre nos
envía, asimilamos la verdad, nos hacemos sensibles al mal y somos guiados hacia
lo correcto.
Usted encontrará la descripción que
Jesús da del Espíritu Santo en el capítulo 14 de Juan, versículos 16, 17 y 26.
Ahí se nos presenta como Consejero, Ayuda, Compañero, Maestro y Amigo para toda
la vida.
No espere que el Espíritu Santo venga
con fanfarria o con un fulgurante resplandor. Él obra silenciosamente, nunca lo
atosiga. Siempre señala a Jesús, nunca a Sí mismo. Cuando somos sensibles a Su
presencia, nos susurra al oído y toca nuestro corazón. Se ha comprometido a
permanecer en nosotros para siempre.
Versículo Clave
"Si
me voy, se lo enviaré a ustedes"
Promesa
de Jesús en Juan 16:7