jueves, 19 de agosto de 2010

LA UNCIÓN

Un misionero perteneciente a una de las denominaciones históricas, fundamentalista y prestigiosa, me contó al regresar de una importante Asamblea Nacional que, prácticamente, sus congregaciones se encontraban al borde de la fractura por el tema de "La Unción". Lo más grave es que respetables figuras de primer nivel de uno y otro sector, respaldaban esas posiciones divergentes.

Esta circunstancia retrotrajo mis recuerdos a los años sesenta, cuando en razón del llamado "Movimiento", se produjeron tantos episodios de desgraciada intolerancia, cuyas consecuencias negativas aún permanecen.

Es oportuno señalar algunas ideas al respecto:

1. Parece increíble que sinceros creyentes persistan en los errores del pasado, y se prefiera la ruptura al diálogo generoso y comprensivo.

2. Dios habla no sólo congregacionalmente, sino también individualmente, por lo que nadie detenta el derecho de juzgar a un hermano, de ejercer coacción sobre su conciencia, ni de considerarse dueño de la verdad absoluta.

3. En el tiempo de Jesús, pocos conocían tan exhaustivamente la Escritura como los escribas y los fariseos. Sin embargo, cuando llegó el momento central de la redención, estaban tan cegados por la letra rígida y muerta, que carecieron del discernimiento necesario para reconocer al Mesías.

4. Toda doctrina fundamental es importantísima, pero la obsesión por la "Sana Doctrina" puede conducir a extremos muy desafortunados. Si en verdad creemos en un Creador omnisciente y omnipotente, no podemos "exigirle" que obre siempre de acuerdo con nuestros criterios humanos, porque eso implicaría pretender restringir su libertad.

5. La Unción, según el apóstol Juan, queda como un sello permanente en el creyente: "Pero la unción que vosotros recibisteis de él, permanece en vosotros (…)". Es ésta una posesión de todo hombre renacido por el Espíritu.

6. Sin embargo, esta afirmación no implica que todo creyente esté capacitado para cumplir cualquier ministerio, sino que en tal caso debe haber sido revestido con los carismas imprescindibles.

7. Así como los Apóstoles encomendaban a otros siervos el cumplimiento de determinadas tareas, Dios también encarga ministerios específicos, pero al mismo tiempo da el Poder de lo Alto para que puedan ser llevados a cabo.

8. El Espíritu Santo es una Persona, y por lo tanto, se lo recibe íntegramente o no. Una Persona no puede mensurarse cuantitativamente, por lo que es inconcebible, la existencia de "media" persona, o de "doble" persona. Sin embargo, con frecuencia se escuchan oraciones en las que se pide por "(…) una doble porción de tu espíritu". Esto demuestra que quien ora así, considera al Espíritu Santo, por lo menos inconscientemente, como una influencia o fuerza. Obviamente, si se tratara de una energía parecida a la eléctrica, sería adecuado solicitar el doble de ella. Estas palabras que se repiten sin entenderse, son las que Eliseo formulara a Elías, y que no hacen referencia al Espíritu Santo, sino al espíritu de Elías. Por lo tanto, extrapolarlas constituye un grave error, que se produce por la multivocidad de la palabra "espíritu".

9. Muy diferentes a la Persona del Espíritu Santo son los dones que Él reparte "a cada uno en particular como él quiere". Es perfectamente lícito y deseable pedir a Dios la gracia de esos carismas.

10. Una de las historias más trágicas del Antiguo Testamento se da en la vida de Sansón. Nos cuenta el ancestral relato en la estructura profunda que se descubre por debajo de la atmósfera bárbara, que "(…) el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él (…)", y que "(…) el Espíritu de Jehová vino sobre Sansón (…)", expresión que se reitera varias veces. Pero llegó el momento en el cual "(…) él no sabía que Jehová ya se había apartado de él". Es ésta, precisamente la ruina que hoy, ya en los tiempos neo testamentarios un creyente puede experimentar. Si su conversión fue legítima, quedará indeleblemente el sello del Espíritu Santo en él, pero habrá perdido todo poder y su vida para Dios será un doloroso fracaso.

11. Jesús hablando acerca del Espíritu Santo, dijo: "(…) pero vosotros le conocéis porque mora CON vosotros, y estará EN vosotros". El hecho prometido de que el Espíritu Santo luego de la crucifixión, resurrección, ascensión y pentecostés, more EN el creyente, no supone que haya dejado de estar CON el creyente. Son claras y significativas las palabras de Pedro: "(…) porque el glorioso Espíritu de Dios REPOSA SOBRE vosotros".

Es decir, que el inmenso privilegio que el creyente ha recibido que el Espíritu Santo more EN su propia intimidad, no excluye el hecho de que siga actuando SOBRE cada uno, SOBRE la Iglesia, SOBRE el mundo, SOBRE la historia. Esto se corresponde con el riquísimo testimonio vetero testamentario, y su enorme cantidad de citas y circunstancias. El Espíritu Santo nunca quedó encarcelado en el débil cuerpo de cada creyente. (Nota: algunos vocablos han sido intencionalmente destacados y subrayados)

12. En cuanto a una Nueva Unción, cualquiera sea el rótulo con la que se la mencione, es honesto reconocer la posibilidad de que haya vivencias auténticas en muchísimos creyentes sinceros, sin que caigamos en la pequeñez de encasillarlas como expresiones diabólicas, o como discutibles fenómenos psicológicos. Tampoco puede utilizarse seriamente como contra argumento, el listado de las extravagancias, las exageraciones, los excesos y las manifestaciones de pésimo gusto en las que algunos predicadores incurren.

13. Pablo cuenta que aproximadamente en el año 43, es decir, siete años después de su conversión, fue arrebatado al paraíso. ¿Fue una experiencia mística?, ¿tuvo que ver con el comienzo de una nueva etapa?, ¿fue acaso una Nueva Unción? También grandes hombres de Dios y magníficos evangelistas, hablaron de su propia renovación, entre ellos, Juan Wesley, iniciador del movimiento Metodista.

Los puntos que he señalado resumen mi particular comprensión del tema, de por sí dificultoso y complejo. Por eso es no sólo deseable sino también necesaria, una crítica constructiva, fundamentada e inteligente.

He leído con pena un libelo infamatorio en los que supuestos cristianos no vacilan en injuriar, ridiculizar, agraviar y ofender. Muy poco favor hacen a la Fe, quienes no respetan ni siquiera las pautas de convivencia propias de cualquier hombre de bien.

La responsabilidad de todo creyente es bien conocida: estudiar meticulosamente la Escritura, pero con la mente abierta y generosa, participar en la vida congregacional, orar, escuchar a los maestros de la Fe, tanto a los vivientes como a los que nos dejaron su pensamiento escrito; respetar a los interlocutores, especialmente a aquellos que no coinciden totalmente con nuestros puntos de vista; observar "los signos de los tiempos"; y por fin realizar lo verdaderamente dificultoso: impregnar toda nuestra vida, ideas y palabras, de Amor.

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