lunes, 21 de junio de 2010

ESTRUCTURAS FUNCIONALES

Una iglesia que pretende crecer y servir al Reino de Dios debe estar estructurada en armonía con la concepción bíblica de la Iglesia. Esto no quiere decir que una Iglesia estructurada en forma diferente no crecerá, ya que obviamente iglesias con las más diversas estructuras han crecido y sobrevivido. Pero una iglesia que no está estructurada en armonía con los principios bíblicos nunca alcanzará la calidad de crecimiento y la autenticidad de discipulado que Dios quiere.

ESTRUCTURAS FUNCIONALES

La Biblia da muy pocas indicaciones específicas en relación a la estructura de la iglesia. Traza un claro perfil de lo que se pretende que la iglesia sea, y presenta la historia de sus primeros días en dos contextos culturales: la sociedad palestina judía y la sociedad grecoromana del primer siglo. Con base en este testimonio bíblico, en cada época la iglesia forma aquellos odres que parecen más compatibles con su naturaleza y misión dentro de su contexto cultural.

La cuestión de la estructura surge dentro del área más amplia de libertad que la Biblia permite. La Escritura no señala explícitamente estructuras específicas. Y sin embargo, la imagen bíblica de la iglesia ayuda a delinear criterios prácticos para evaluar su estructura en cualquier contexto histórico. Aquí, yo solo hago sugerencias.

Primero, la estructura de la iglesia debe ser bíblicamente válida. Es decir, la estructura de la iglesia debe ser compatible con la naturaleza y forma del evangelio y de la iglesia que se presentan en la Biblia.

Los escritores del Nuevo Testamento fueron celosos para guardar la verdad del evangelio y de la iglesia de intrusiones del mundo o del judaísmo. Insistir en la circuncisión era negar el evangelio. (Gá 5:26). Hacer distinciones dentro de la comunidad cristiana con base en la riqueza, la posición social o las tradiciones religiosas, era transgredir la ley de Dios (Stg. 2:113; Gá. 2:1121). Jesús hizo la advertencia de no invalidar la Palabra de Dios por adherirse a la tradición humana (Mt. 15:6). Cualquier tradición, estructura o patrón que lleve a los creyentes a contradecir en la práctica la fe que profesan, es anti bíblico y debe ser rechazado.

Aunque este principio debería ser obvio y fundamental, es violado frecuentemente. Se forman o engendran estructuras que son básicamente contrarias a la Biblia. Son las que se transforman en las tradiciones anti bíblicas y en las instituciones rígidas mencionadas anteriormente.

No obstante, con qué frecuencia en la iglesia, incluso al nivel local, fragmentamos la comunidad en ricos y pobres, ministros y laicos, negros y blancos, jóvenes y adultos; con qué dedicación llegamos a ocuparnos de la preservación de programas y qué poco comprometidos estamos el uno con el otro o con las estructuras que verdaderamente nos ayudan a ser. Necesitamos formular algunas preguntas difíciles (que asombran y ofenden a alguna gente): ¿Es la estructura tradicional de la escuela dominical bíblicamente defendible? ¿Adoran realmente a Dios o tienen un encuentro con Él, los creyentes en los servicios de nuestras iglesias? ¿Se enseña y se escucha realmente la Palabra de Dios? ¿Los creyentes realmente "hablan la verdad en amor" el uno con el otro, o se dicen sólo cosas agradables e irrelevantes? ¿Toman en serio nuestras estructuras los dones del Espíritu y el sacerdocio de los creyentes? ¿Hay estructuras que hacen viable la kimona y las misiones?

En términos sencillos, el criterio de validez bíblica significa que todas las estructuras de la iglesia deben ayudarla efectivamente a ser auténtica y a llevar a cabo su misión. Deben ser estructuras que promuevan la comunidad, que edifiquen a los discípulos y mantengan el testimonio. Las estructuras que logran esto de hecho, son válidas; las estructuras que no lo hacen, son inválidas sin importar cuan estáticas, eficientes o veneradas sean.

Segundo, la estructura de la iglesia debe ser culturalmente viable. Debe ser compatible con las formas culturales de la sociedad en la que se encuentra. Esto significa que sus estructuras no pueden ser trasplantadas indiscriminadamente de una cultura a otra sin causar serios problemas y confusiones fundamentales en relación a su verdadera naturaleza.

La iglesia del primer siglo, a pesar de todos sus problemas, ofrece todavía ejemplos sobresalientes de adaptación cultural y de viabilidad. A través de Esteban, Felipe, Pablo y otros, alcanzó rápidamente al mundo de habla griega del Mediterráneo (Hechos 6 y siguientes). Reuniéndose en hogares, y generalmente siguiendo el patrón de la sinagoga en lo que se refiere a la estructura local, los primeros cristianos fueron capaces de multiplicarse rápidamente sin una superestructura organizacional grande.

A través de un patrón de predicadores y evangelistas itinerantes, la iglesia mantuvo una red de comunicación, enseñando y estableciendo grupos que alcanzaron a gran parte del Imperio Romano. Este patrón fue utilizado con gran efectividad por las órdenes de predicadores mendicantes en la última parte de la Edad Media.

En la moderna época misionera, la Iglesia ha crecido más efectivamente y más auténticamente, cuando ha sido capaz de adaptarse a las realidades culturales sin comprometer la verdad transcultural del evangelio. Por otro lado, la violación del principio de viabilidad cultural a veces ha resultado en una lenta penetración donde las diferencias culturales eran grandes. Uno de los principales factores detrás del lento crecimiento de la iglesia en Japón ha sido la introducción de tradiciones relacionadas con la vida congregacional y con el ministerio pastoral que eran extrañas y culturalmente inapropiadas. Ésta es una violación del principio de viabilidad cultural. (Uno podría cuestionar también si esas tradiciones son bíblicamente válidas).

Pero no es necesario cruzar el océano para encontrar una cultura diferente. Las ciudades modernas son un microcosmos cultural, de modo que el ministerio efectivo en las áreas urbanas requiere capacidad de percepción de estos aspectos.

Obviamente, la validez bíblica es más importante que la viabilidad cultural. La Iglesia, después de todo, siempre estará en tensión con la cultura circundante. Pero debemos esmerarnos para asegurarnos de que esta tensión viene de la antítesis entre luz y tinieblas, no de la incompatibilidad de formas culturales. Donde sea posible, la Iglesia debe estructurarse siguiendo el modelo de otras estructuras de una cultura dada. Pero esto requiere discernimiento, ya que solamente puede hacerse mientras no se traicione la fidelidad a la Biblia.

La Iglesia no puede asumir estructuras de la cultura que lo rodea indiscriminadamente, de la misma manera que no puede importarlas del exterior indiscriminadamente. Pero puede evaluar cada estructura en términos de su validez bíblica y de su viabilidad cultural. A menudo se encontrará que algunas estructuras indígenas (por ejemplo, tal vez, la estructura familiar) no son de ninguna manera incompatibles con la vida y el testimonio de la Iglesia, una vez que estas estructuras han sido entregadas al Señor.

Tercero, la estructura de la iglesia debe ser temporalmente flexible. Debe estar abierta a modificaciones según lo requieran circunstancias cambiantes.

Aquí nos enfrentamos no solamente a la dimensión espacial sino también a la cultural. Las culturas son dinámicas, no estáticas. Conforme cambian, serán necesarios también cambios en la estructura de la iglesia. La estructura que es efectiva hoy, puede no ser tan efectiva dentro de treinta (o quizás dentro de diez) años. Esto es especialmente cierto en la moderna edad tecnológica de rápidos cambios. El hecho es que la fidelidad a la inmutable verdad bíblica a menudo requiere estructuras que cambien con el correr del tiempo.

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