domingo, 20 de junio de 2010

CRISTO ARQUETIPO DE LA MADUREZ

Por Jorge E. Clausen

Al querer hacer la descripción del cristiano maduro no podemos dejar de lado el contexto de la enseñanza del Nuevo Testamento, ya que en el actuar y obrar y pensar de Jesucristo encontramos del parámetro del Ser Maduro, en la plenitud de su humanidad.

A esta vida entramos por la fe e iremos creciendo en la medida del conocimiento y cambio de actitud. La vida de fe la definiremos diciendo que es un estado de experimentar una "preocupación última".

El hombre como todo ser viviente se preocupa por muchas cosas, sobre todo por aquellas que condicionan su misma existencia: alimento, techo, trabajo. Pero a su vez tiene preocupaciones espirituales, cognoscitivas, estéticas, sociales, etc.

Algunas pueden ser urgentes y cada una de ellas así como la preocupación última de la vida humana. Si se postula como "última" exige la entrega total de quien la acepte. La fe entonces en cuanto "preocupación última" es un acto de toda la personalidad. La fe es el acto más personal de la mente humana. No es el movimiento de una determinada parte del ser sino de su conjunto. Siendo así participa en la dinámica de la vida personal, ya sea en la inconsciente como en la consciente del ser.

La entrega total se produce al ser atraídos, fascinados por Dios, creándose una corriente de relación íntima como acto de la fe genuina. Esta respuesta activa y creativa a tal realidad en forma continua, actitud que permitirá el acrecentamiento del perfil humano por la reubicación de los valores naturales y la incorporación de los caracteres de Cristo. El Apóstol Pablo lo definió de esta manera: "no vivo ya yo más vive Cristo en mí. (Gál.2:20), lo cual tiende a la concreción del "varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13).

Cristo es el arquetipo, el parámetro del hombre perfecto, el que vivió la plena humanidad. Ahora debemos tener en cuenta que Dios no ha exigido al hombre que llegará a ser perfecto, auténtico, sino que Dios nos da la "nueva vida" por la fe, entrega total. Quiere decir que esta vida nueva o si queremos llamarla de Madurez Cristiana se vive en la fe, en el conocimiento y en el amor de Cristo.

La Madurez Cristiana como principio no es subjetiva e individualista, sino que es, crecer y se desarrolla en la comunidad, en la Iglesia, mediante "la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo" (Efesios 4:12). Cristo nuestro parámetro es aprehendido dentro de la comunidad como actuando y ofreciéndose a sí mismo.

Sabe a su vez y está seguro de que aún no goa de la total plenitud. "No, hermanos, todavía no soy el que debo ser, pero eso sí, olvidando el pasado y con la mirada fija en lo que está por delante, me esfuerzo hasta lo último por llegar a la meta…" (Fil.3:13-14 Bibl. Vivir). Es consciente de sus limitaciones, imperfecciones, y que no siempre coincide el ser perfecto con las decisiones que la vida nos confronta.

Es aquí donde reconoce la necesidad de una orientación para las decisiones, una suerte de "ley" que lo guíe. Esta situación la expresa Pablo en forma personal en 1 Co.9:20-21; allí asegura que está bajo la "ley de Cristo". Esto que en principio parece una contradicción, ya que el cristiano es libre, no lo es cuando se pregunta para qué es libre? ¿Para vivir egoístamente, individualmente, en la "carne"? No, sino para colocarse al servicio de los otros en amor. Así encuentra la orientación necesaria para desarrollar su actividad en ese contexto del Nuevo Testamento en la manera que Cristo pensó y actuó.

Es decir que la Madurez Cristiana no es tanto un estado como una actividad, un darse, un pensar, que está motivado solamente por el amor. El resumen de la ley dad a Israel, la vida y la enseñanza de Jesús, la perfecta ley de libertad o la vida en el Espíritu, "Madurez", convergen en un foco: Amor. Esta es la ley que guía la marcha del cristiano: Amor en Cristo.

Esto nos permite actuar en la entrega total, reconocer lo que Juan el Bautista declara: "Es necesario que él Cristo crezca, pero que yo mengüe" (Jun.3:30). Entonces nuestras pautas de conducta serán distintas, sustancialmente distintas.

El apóstol Pablo puede llegar a decir: "Sed imitadores de mí, como yo de Cristo" (1 Co.11:1). Nuestra exteriorización de las vivencias de la fe estará signada por los frutos del Espíritu, no teniendo por cierto visos del "viejo hombre". Podremos vivir realidades tan básicas como perdonar a nuestros deudores y enemigos porque tendremos una actitud de amor y no de condena.

La vida que ahora viven es completamente nueva: cada día, pues, aprenden ustedes, más de lo que es justo; traten de asemejarse más a Cristo, creador de esta nueva vida" (Col.3:10 Biblia Viviente).

CARTAS A JUAN LECTOR - ESPERANZA

Querido Juan:

Quiero recordarte que tengas presente, cada vez que prediques el evangelio. Que el mensaje del mismo debe incluir una esperanza que involucre al hombre total. El pecado no solamente ha afectado la relación espiritual del hombre con Dios, sino que ha deteriorado profundamente toda su realidad: cuerpo, alma y espíritu han sido dañados por la presencia del mal, de manera que la "buena noticia" que predicamos debe representar, tal como lo dijo Jesús en sus enseñanzas, una esperanza que abarca toda la vida del hombre, y que se interpreta como libertad de dominio del mal.

Los discípulos de Juan Bautista vinieron al Señor con la pregunta: ¿Eres tú el que había de venir, o hay que esperar otro?, y recibieron la respuesta: Hagan saber a Juan Bautista que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados. Los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres es anunciado el evangelio.

El dominio del diablo es la trágica realidad de la vida de la humanidad. Es de ese poder que Dios quiere libertarnos, y esto tiene que ver no solamente con la salvación del alma, sino con la salvación de todo el ser humano. Dios se preocupa de nosotros en toda nuestra realidad y en toda nuestra necesidad. Por la fe en Jesucristo recibimos la vida eterna; pero vida eterna no es meramente algo que tendremos después de la muerte, sino que es una realidad actual: la vida eterna se nos concede aquí y ahora, y es un elemento que recibimos de Dios y que modifica nuestra vida en su totalidad.

Representa haber obtenido la libertad del poder esclavizarte del diablo, que se manifiesta en que comenzamos a disfrutar ya de una esperanza que envuelve a toda nuestra vida. Significa haber salido del dominio del dios de este siglo y haber sido introducidos en el reino de Dios. Y cuando decimos Reino de Dios, no estamos pensando en una realidad futura, sino actual: un Reino al que Dios nos introduce ahora, al darnos una nueva vida y un poder que nos da libertad para poder obedecerlo, hacer el bien y rechazar la influencia del mal. Esto es haber recibido el Espíritu de Dios, y aunque pertenecemos aún en el tiempo, ya pertenecemos a la eternidad. Es tener conciencia que Dios ha puesto en nosotros su vida, que hemos sido libertados del poder del mal, al tiempo que habilitados para hacer el bien. Y definitivamente la totalidad indivisible del hombre recibe el beneficio del evangelio, en cuerpo, alma y espíritu.

La esperanza del evangelio proyecta una luz sobre el futuro eterno del creyente, pero también es luz que ilumina su vida en este mundo. Toda la Palabra de Dios es la guía divina que enriquece nuestra vida aquí. Precisamente en este mundo en que prevalecen la mentira y la injusticia, en que la miseria y el dolor se abaten sobre los hombres, podemos llegar a ser un pueblo redimido que constituye en sí mismo una proclamación de la esperanza que evangelio ofrece al hombre hoy.

Te saluda cordialmente.

VISTO AL PASAR - LA MUERTE

Por ALEC CLIFFORD

¿Pensó usted en la muerte? ¡Oh la publicidad!

Leemos en un periódico de gran circulación, un anuncio de gran formato que comienza con las siguientes palabras:

Pensó usted, Señor, en la Muerte? ¿Ha pensado usted en el momento triste en que se nos va un ser amado?

Hasta aquí vamos bien. No sabemos si va a seguir el texto con una homilía cristiana, o qué. Pero sigamos leyendo:

¿Dónde después usted lo visitará para rendirle homenaje a tantos años vividos juntos con amor y felicidad?

Seguimos desorientados. ¿Estará hablando el autor acerca del cielo? Enseguida pasa a explicarnos:

"La sociedad XX, previendo todo esto, ha construido un nuevo y moderno Panteón Social en el Cementerio San Jerónimo de nuestra ciudad, donde usted, al ir a visitar a sus seres queridos, se encontrará con una moderna y acogedora capilla. Allí podrá orar por ellos. Además, utilizando sus ascensores con memoria automática y capacidad hasta de 12 personas para llevar, podrá subir al piso en donde están.

Las explicaciones continúan. Respetamos la redacción del original:

Rendir el cariño de las flores haciendo uso de los amplios piletones con todo el servicio sanitario correspondiente, y tirando los desechos necesarios en resumideros centrales que eliminan la fea vista del canasto de residuos…

Este documento para la historia, termina ofreciendo nichos en arrendamiento por 99 años, con amplios planes de financiación.

Todo sería eminentemente cómico, si no se tratara de un asunto tan serio como la muerte.

¡Visitar a los seres queridos! ¡Orar por ellos! Disfrutar de piletones, sanitarios y resumideros centrales! Cuán lejos está todo esto de la fe cristiana que ha de profesar en alguna forma la mayoría de los beneficiarios del anuncio.

A unos cien metros o menos del cementerio mencionado, están sepultados mis padres, una hermanita, mi hija y mi esposa. Muy de vez en cuando visito sus tumbas. Hay quienes se gozan en "el culto del cementerio". Yo no puedo hacerlo. El envoltorio mortal de mis seres queridos está allí. Pero ellos, ni pueden ser visitados ni necesitan de mis oraciones. Están para siempre con Cristo, Salvador y Señor de sus vidas. Ese Cristo cuyo cuerpo no permaneció en el sepulcro, sino que se levantó de entre los muertos y está hoy a la diestra de Dios, intercediendo por mí. "Vivo, me amaba; muerto, sálvame; en el sepulcro mi mal enterró. Resucitado, es mi eterna justicia. Un día vuelve, pues lo prometió.

"EL MINISTERIO DEL SUFRIMIENTO"

Luego de escrito lo anterior, debí concurrir al cementerio de que hablaba, para acompañar los restos de un hermano en la fe, un médico joven, que murió en un accidente.

Concurrió un gran gentío. Vi muchas lágrimas. Pero podía palparse en el ambiente la nota de gozo y de triunfo sobre la muerte nos ha convertido también a nosotros en triunfadores. "Ni la muerte… nos separará del amor de Cristo…"

Hace muchos años, cuando en mi familia, pasábamos por días de grandes pruebas, recibí una afectuosa carta de un amigo y hermano cubano, que expresaba su cariño y decía entre otras cosas:

"Hace tiempo, tuve el privilegio de escuchar un gran predicador, George Truett. Predicó un sermón extraño y hermoso sobre El Ministerio del Sufrimiento. La tesis que planteaba era la siguiente: Hay una mayordomía del sufrimiento, igual que una mayordomía del dinero, del tiempo, de los talentos. Dijo que Dios nos permitía administrar nuestros dolores, en una mayordomía especial para comprender el dolor del mundo y aliviarlo con nuestra personal comprensión y simpatía. Es una extraña mayordomía, muy difícil de comprender y de disfrutar, pero así fue con el propio Truett, quien tuvo la desgracia de matar a un diácono de su iglesia en Dallas, en una cacería, por accidente. Aquel dolor cambió todo el curso de su vida y su predicación. Nunca he oído un hombre que hablaba tan directamente al corazón para ayudar y consolar el dolor del mundo…

Para mí la muerte no ha sido difícil de entender, porque sé que es el resultado de la sentencia en Edén, pero la enfermedad me llena de perplejidades y preguntas sin respuestas. Uno de los hombres más santos que conocí fue el Dr. M.N.McCall, por 45 años misionero en Cuba. Pues bien, este hombre de Dios murió de cáncer. Uno no puede explicarlo. Sin embargo, con Pablo sí podemos decir: "bástate mi gracia, porque mi gracia, digo mi potencia en la flaqueza se perfecciona".

Uno aprende lecciones en el sufrimiento que de otra manera no las conocería jamás. Nosotros mismos, en los tiempos que llevamos de Ezequiel 38 y 39, hemos aprendido lo que en 100 años de otros tiempos no hubiésemos aprendido. Se ha ido derrumbando a nuestro alrededor, todo concepto de religión mecánica, rutinaria, farisaica. Cada día se hunde más la raíz en lo profundo del corazón y la experiencia viene a ser algo vivido, fuerte, poderoso".

Poco después de escribir la carta, el buen amigo, que ya sufría bastante, comenzó un largo "ministerio de sufrimiento" en una inmunda cárcel, en que durante años se le dio un trato infrahumano. El hombre hizo una maravillosa labor de testigo de Jesucristo en medio del hambre, la desnudez y las torturas. Su ministerio del sufrimiento dio sus frutos, y muy abundantes.

EL PROBLEMA DEL DOLOR

Hace algunos años, un amigo editor me pidió que escribiera un librito sobre El Problema del Dolor. La paga era buena, y creo que hubiese podido escribir un librito interesante, pero nada más. No escribí el libro. Mi escrito hubiese sido en gran parte "de dientes para afuera" pues si bien acepto la existencia del problema y lo pongo en manos de un Dios justo y misericordioso, no hemos podido comprenderlo, y las explicaciones teológicas nunca me han dejado satisfecho.

No es que dude de Dios. Simplemente no entiendo. Y creo que hay muchas cosas que no podremos entender nunca a este lado del cielo. Y en el cielo me parece que estaremos demasiado ocupados como para andar buscando explicaciones a acontecimientos ocurridos durante nuestra fuga paso por la tierra. Pero el problema sigue en pie.

Unos párrafos del querido William Barclay, no lo explican bien y dejan flotando en el aire varias preguntas, pero me han sido de consuelo y ayuda en circunstancias muy difíciles en la vida.

Decía el maestro escocés que en la labor de todo pastor de almas, se encuentra con frecuencia con sucesos trágicos, frente a los cuales a él siempre le resultó imposible decir "Fue la voluntad de Dios". "Habla de la muerte de la niña, causada por un accidente en forma que resultaba imposible a todo lo imaginable, de tal modo que las autoridades que la investigación llegaron a la conclusión que había sido "un acto de Dios". Comenta Barclay: "Es difícil imaginar una frase más terrible y más blasfema ¿Qué clase de Dios puede ser aquél a quien se atribuye la muerte accidental de una muchacha de 24 años? ¿Puede la gente creer en él? ¿Cómo pueden aquellos que quedan orar a un Dios que procedería de esa manera?"

"En realidad es lo absolutamente opuesto a la voluntad de Dios y Dios está tan triste y afligido como nosotros frente al hecho. Si a alguien lo ataca una enfermedad terrible e incurable, si un niño es atropellado y muerto por un automóvil conducido tal vez por un hombre irresponsable o ebrio, si hay un desastre aéreo o marítimo o terrestre, no es la voluntad de Dios. Es exactamente y precisamente lo que Dios no quiso que sucediera. No se debe a la voluntad de Dios sino a una falla o error humano. Dios le dio al hombre libre albedrío porque sin éste no podría haber bondad ni amor, y precisamente por esa razón, los actos de los hombres pueden ser lo totalmente opuesto a la voluntad de Dios.

"El cristiano no ofrece ninguna explicación barata o fácil para el problema del dolor".

Frente a los acontecimientos mencionados, con frecuencia tenemos que decir: "No sé por qué ha sucedido esto". Pero lo que sí no ofrece en forma triunfante el cristianismo es el poder de hacer frente, de soportar, de pasar por ellos sin caer y hasta transformarlos de modo que la tragedia se convierta en una corona".

LA EVANGELIZACION POR RADIO

Por HELEN Y AFIF CHAIKH

La eficaz comunicación del evangelio nos impone hoy, una cuidadosa investigación en la búsqueda de indicios que nos conduzcan a establecer y aplicar métodos acordes a las características del mundo moderno. La premisa es lograr métodos

-en nuestro caso la radio- sin cambiar el mensaje del evangelio, aceptando sin reservas el principio establecido en la Escritura: "Cuando nosotros les predicaciones el mensaje de salvación, no fue solamente con palabras sino con el poder del Espíritu Santo, y con la completa seguridad de que este mensaje es la verdad" (1 Ts. 1.5). A continuación exponemos a la consideración de ustedes, el tema: Evangelización Radial, de acuerdo a lo que acabamos de decir, en la forma de:

Una Reflexión

Un Análisis

Una invitación

REFLEXION

La radio como medio para difundir el evangelio nos lleva a tener en cuenta dos aspectos:

1- El uso adecuado del medio. Necesariamente debemos reconocer que la utilización inteligente del medio no está reñida con la intervención del poder de Dios. El uso inteligente implica la utilización de los variados recursos de estructuras (entrevistas, mini-radioteatros, encuestas, etc.) y técnicas (efectos sonoros, música, musicalización, etc.).

2- Una actitud cristiana al utilizar la radio, que nos permita la aproximación correcta hacia el oyente, que consiste en comprender la forma que adquiere la necesidad humana en el día de hoy. Así quedará establecido el canal para que fluya el mensaje con poder salvador.

ANALISIS

Es necesario hacer una evaluación de la situación en sus aspectos más salientes, tales como:

1- El mensaje. Considerando primeramente el contenido, ya hemos comentando en lo que antecede que habrá de ser el puro evangelio, y en cuanto a la estructura, deberá además de los dicho, adecuarse bien al tiempo disponible, para lograr, en el siguiente orden: atraer la atención, crear interés, provocar un deseo, invitar a una decisión. Con respecto a la forma deben ser evaluados, tanto la disertación como el diálogo entre dos o más personas.

2- Los métodos. Deben ser escogidos teniendo en cuenta los objetivos. Estos definen al método, según se apunte a provocar un impacto en el oyente, crear una inquietud, u ofrecer un camino de solución al problema del hombre.

3- El ámbito. Es importante adecuar la presentación del programa de acuerdo al medio socio-económico al que se dirige el mensaje, teniendo en cuenta nivel cultural, lugar, edad tiempo. Esto conduce a definir lo que la audiencia espera del programa que sintoniza.

4- Contextualización. Es importante que el programa esté ubicado en este tiempo en que vivimos. Esto tiene que ver con el lenguaje utilizado y con los temas. El lenguaje debe ser actual, claro, sencillo, conciso, entonado (salpicado con dosis adecuadas de humor). El lenguaje radial es diferente del escrito, requiere mayor dinamismo.

INVITACION

Todo lo expuesto nos lleva a aceptar del desafío de la obra evangelizadora radial. Esto implica ser sensibles e identificarnos con la necesidad de auxilio espiritual que padece nuestro mundo. Vale la pena prepararnos consiente y responsablemente para esta tarea, libres de preconceptos. La hora presente nos abre las puertas de una oportunidad de alcances insospechados, cuyo único límite es el tiempo de que disponemos: "hasta que Cristo venga".

HABLANDO EN FAMILIA - EL PROBLEMA DEL MAL

* En este número incluimos una colaboración del querido hermano que ya está con el Señor, el profesor Alejandro Clifford, sobre el tema "El Problema del mal", que hemos tomado de Pensamiento Cristiano. Para la fecha en que se escribió este Casos y Cosas, ya había comenzado a tener dificultades con su vista y comenzó a visitar sus médicos, comprobándose después que el problema era debido a un tumor en la base del cerebro que realizaba comprensión sobre el nervio óptico. Los especialistas no demoraron en hacer el diagnóstico preciso, y recomendaron la cirugía para la solución del problema.

* Quienes estuvimos cerca de él en este tiempo, pudimos apreciar su tranquila confianza en Dios. Nadie va así como si nada a una operación de cerebro. Demostró que lo que había escrito sobre el ministerio del sufrimiento y el problema del dolor, representaba para él una auténtica experiencia en su vida, y que afrontaba la prueba que se avecinaba con la fe en su Señor. Lo visitamos en el Hospital al día siguiente de su operación ¡la cirugía había triunfado! Dios había escuchado nuestras oraciones! No habríamos de perder al amigo y hermano en Cristo, entonces. Fue emocionante el reencuentro, la convalecencia, compartir la experiencia que lo llevó al umbral de la tumba. Dios quiso conceder al hermano Clifford un tiempo más entre sus hijos, sus nietos y sus hermanos en la fe. ¡Cómo revaloramos su amistad desde entonces!

* Sin embargo los pensamientos del Señor son más altos que nuestros pensamientos, y sus caminos son inescrutables. En el mes de Enero de este año, la recuperación de nuestro hermano parecía lograda plenamente. Había trabajado fuerte para enviar a la imprenta el N.99 de Pensamiento Cristiano y había logrado concluir la redacción del número de Decisión que pronto entraría en prensa. Ya estaba planificando su trabajo para el futuro, cuando el 12 de febrero a la madrugada, inesperadamente, Dios lo llamó a su presencia. ¡Qué duro impacto cuando recibimos la noticia! Sin embargo no nos quedaba otra cosa que decir: El Señor dio, el Señor quitó ¡sea el nombre del Señor bendito! Teníamos sobradas razones para dar gracias a Dios por haber disfrutado de la amistad de un cristiano que enriqueció nuestra vida. Un hombre íntegro, un hermano cabal, cariñoso y comprensivo, un incansable estudioso de la Biblia, un amigo fiel. El Director y los Redactores de Compromiso Cristiano rendimos un homenaje al gran periodista y hombre de Dios, colaborador y amigo, publicando en este número su trabajo sobre "el problema del mal".

* Sobre el sufrimiento humano no podemos hablar con autoridad desde una perspectiva meramente teórica. En mayor o menor grado, todos quienes somos cristianos, tenemos que sufrir en alguna medida. No es posible ser un cristiano auténtico sin tener que sufrir por serlo. Porque seguir a Cristo significa andar por el camino angosto, negarse a sí mismo, tomar la cruz cada día y transitar por el mismo camino de servicio, de amor, de entrega.

* Comprendemos que el problema de la presencia del mal encierra para nosotros misterios impenetrables. La Palabra de Dios plantea hechos concretos, y no hallamos respuestas a muchas preguntas que nos formulamos. Es evidente que se trata de una realidad que está fuera de nuestra capacidad de comprender en su totalidad. Pero también es cierto que en las Escrituras hallamos todo lo que necesitamos conocer para enfrentar "el problema del mal" como Dios quiere que lo hagamos, sostenidos con el poder del Espíritu Santo, guiados por el ejemplo del Señor Jesucristo, e instruidos por sus enseñanzas. En el seno de la iglesia, la familia de Dios en este mundo, es donde hallaremos el ambiente adecuado para mitigar el dolor, en la comunión fraternal.

LA TRANSFIGURACIÓN DE MI HIJO

Por SALVADOR DELLUTRI

Escribo después de haber postergado una y otra vez el tema. Pero no ha sido la pereza ni la negligencia lo que me demoró. Acumulé datos, versículos, argumentos, especulaciones, pero todo parecía demasiado abstracto y lejano para reflejar el acuciante problema que me convocaba: El problema del mal.

Sentí la limitación de la palabra y el razonamiento frente a un problema que en vano trataba de enfocar a la distancia. Era como el médico que debe diagnosticar el cáncer a su propio padre que se siente inhibido por la lucha entre la ciencia y el afecto.

¿Podría analizar algo tan abstracto y a la vez concreto como el mal, acumulando el material que tenía cuando estoy viviendo en medio del problema, lo veo aflorar en la sociedad a la que pertenezco, en mis seres queridos, en mi mismo? Podía evocar las imágenes estremecedoras de la violencia, los campos de concentración, las cámaras de gas, las explosiones atómicas, pero ¿Cómo transmitir eso que va más allá de la retórica? Por eso elegí el camino aparentemente más fácil, pero también mucho más doloroso de la vivencia.

Mi hijo Ariel tiene escasos tres años -tengo la imagen grabada en mi retina y parece que estuviera sucediendo- corretea alrededor mío investigando con inquietud todos los misterios de la casa. Descubre el taburete del piano y comienza a hacerlo girar con energía.

Le advierto que no toque el tornillo sobre el que gira, porque está engrasado. Me mima y asiente.

Vuelvo a enfrascarme en la lectura y un minuto después su manito derecha está sucia: tocó el tornillo.

-¿Qué hiciste?- pregunto.

-Nada.

-No.

-Mostradme la mano.

Y oculta diestramente la mano derecha en la espalda mientras exhibe su mano izquierda inmaculada. Era su primera mentira.

Me derrumbo en el sillón y pienso. Nadie le enseñó a mentir. El mal vino con él. Me había sido concedido por Dios en préstamo para que formara en él un hombre. Así lo entendía y así volcaba sobre él todo mi amor. Pero de pronto la realidad me abofetea para señalarme que mi trabajo se efectúa sobre un ser caído sobre el cual ni la instrucción, ni toda mi dedicación puede nada. Allí estaba el mal.

Y en mí imaginación comienza a transfigurarse, lo que es semilla se transforma en violencia, crueldad, blasfemia, mentira, concupiscencia, rebeldía. El germen del asesino, del criminal, del torturador, del libertino está presente. Y percibo como nunca la lucha y la impotencia. Palpo que no es un enfrentamiento humano, sino una lucha contra principados, potestades, señores de este mundo, gobernadores de las tinieblas.

Soñaba con una transfiguración que mostrara la gloria, y solo encontré la raíz de la degradación y del derrumbe. Quería ser el testigo de su ascenso, pero asistiría a su desmoronamiento, a ver como la inocencia y la ternura se destrozaba para dejar paso a una realidad pavorosa. Y nada podía contra aquello. Detrás del problema escucho voces. La primera es una voz querida, mezcla de burla y tristeza que me trae su carga de amargura. Es la voz del ingenioso Hidalgo, don Quijote de la Mancha: "Pero no he podido yo contravenir a la orden de la naturaleza; que en ella cada cosa engendra a su semejante".

Es una verdad dura que me complica con el problema. Desde Adán engendramos a nuestra imagen caída, a nuestra semejanza. "Adán engendró un hijo a su imagen, conforme a su semejanza" (Gn.5, 3).

Él era el resultado de lo que soy. Podía darle cultura, educación, frenar la manifestación grosera del mal. Pero una mano sucia tras la espalda estaba ocultando el misterio del cataclismo del universo.

La otra voz fue más cercana, pero más amarga. Era la voz de quién transitara por la ciencia y la abandonara con desilusión para caer en un humanismo en carne viva que lo lleva obsesivamente al borde del suicidio. Ernesto Sábato que decía: De una cosa tengo certeza, que el mal está.

Era la voz de un agnóstico lúcido que fuera de la revelación marcada una realidad oscura que campea en toda la Biblia. Su obra está saturada de esta idea: Los ciegos, Abdón, El poder de las tinieblas, y una mente dominando, organizando, movilizando el mal.

Delante tengo a Ariel transfigurado: Una mente que no quería para él, que no había deseado ni convocado, en alguna forma estaba presente rivalizando conmigo, tratando de incluirlo en la gran organización de las tinieblas para que respondiera a los intereses del mal.

¿Qué podía hacer para anular el mal organizado? Comprendí la impotencia y la obsesión del agnóstico lúcido que hablaba.

Toqué el fondo del abismo interior, por un momento vi el interior, por un momento vi el caos, el vacío, el espanto. Pero una tercera voz comienza a moverse sobre las aguas interiores, sobre el abismo. El Espíritu desencadena la génesis que necesito. Me lleva hacia Pablo quién exclama "¡El mal está en el hombre para no enfrentarse con esta verdad! "El mal está en mí" "¡Cómo se llega al borde del abismo cuando se la ve por primera vez! ¡Cómo renueva el frío del espanto cada vez que se la evoca! "El mal está en mi".

El Apóstol hace mí mismo descenso: "Miserable hombre de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?".

Y el mismo Dios que lleva al borde de la necesidad, muestra el remedio que se magnifica aún más por el contraste: "Gracias doy a Dios, por Jesucristo, Señor nuestro". No tengo una solución concreta, pero una profunda paz me inunda.

El tiempo psicológico es más veloz que el cronológico. No pasó un minuto desde que escuché la primera mentira de mi hijo, un minuto para verlo transfigurado y para hacer mi descenso y ascenso del abismo.

Nuevamente en mi ribera lo empiezo a ver tal cual era antes. Se acerca, mimoso sobre mi hombro y me muestra, buscando indulgencia, su mano sucia.

Lo miro amenazador, repito interiormente: "Gracias doy a Dios por Jesucristo", y vuelvo a la plenitud de la esperanza".

VISTO AL PASAR - LEER Y ESTUDIAR LA BIBLIA

Por ALEC CLIFFORD

¡Enalbardad el gazofilacio y los maravedíes!

Recientemente, estuve durante algunos meses sin poder leer absolutamente nada. Era algo así como estar encerrado en una cárcel: muy cómoda, con el cariño constante de mis hijos y mis hermanos, es cierto, pero cárcel al fin.

No podía leer la Biblia, y entonces procuré hacer lo que han hecho durante siglos los prisioneros cristianos en cárceles, campos de concentración y lechos de enfermo; recordar todos los pasajes que había aprendido de memoria.

Por primera vez en la vida me di cuenta real del valor de aprender de la Palabra de Dios. Recordé muchos pasajes, pero hubiese recordado muchos más si hubiese tenido el hábito de "memorizar" (perdonen el neologismo) largas porciones de la Biblia.

Yo me crié leyendo y escuchando la lectura de las viejas versiones bíblicas de l909 y anteriores. Los textos que me vinieron a la memoria eran casi todos de esas viejas y preciosas Biblias. Pero si bien algunos eran realmente preciosos, portadores de consuelo y ánimo, otros eran expresiones arcaicas que nada me decían. Por ejemplo, me venían a la mente continuamente las palabras "Enalbardadme un asno…" (2 Samuel 19:26) "Echaban sus ofrendas en el gazofilacio…" (Lucas 21:1)

"Hasta que hayas pagado el último maravedí" (Lucas 12:59).

Supongo que en estos tres casos se trataba de palabras que me impresionaron en mi infancia por su sonoridad, pero que por cierto de muy poca ayuda me fueron en mi lecho de enfermo, y poco han de significar para mis contemporáneos latinoamericanos.

¡Cuánto de enalbarda miento y de gazofilacios queda todavía en nuestra Biblia! Y ¡Cómo se mejora todo esto en las versiones denominadas populares! He podido hojear en estos días la nueva Biblia completa en Versión Popular y he quedado admirado ante la facilidad con que se lee y se comprende.

Los evangélicos de este continente llevamos más de un siglo protestando por el uso del latín en la liturgia de Roma, práctica

Que en gran parte se ha abandonado luego del Concilio Vaticano. Pero al mismo tiempo nos aferramos en nuestras lecturas bíblicas a algo que no está por cierto muy alejado de ser un idioma desconocido e incomprensible para el hombre común del siglo XX.

La Biblia verdadera y única, para muchos, es la Revisión l909 de la versión Reina-Valera. Las posteriores son sospechosas de modernismo y otros males.

Los principales revisores de la l909, que fue apenas una de las veinte revisiones, fueron Cipriano Tornos y Juan Bautista Cabrera, fogosos predicadores y admirables estilistas. Ambos eran ex-sacerdotes, y sabían de hebreo y griego lo que sabía un español culto del siglo XIX, que por cierto no era demasiado.

Dentro de sus limitaciones, hicieron un buen trabajo. ¡Gracias a Dios por él!

La revisión l960, la más difundida, la hicieron en cambio personas que a la consagración unían otra condición indispensable: la de ser eminentes especialistas. A lo que se agrega el hecho muy importante de que para su trabajo contaron con muchos documentos antiguos que ni Casidoro, ni Tornos, ni Cabrera conocían.

Lo mismo en cuanto a las vapuleadas versiones populares. Los "vapuleadores" se olvidan que el Nuevo Testamento, en su original fue escrito en un lenguaje popular muy parecido al de "Dios llega al hombre". Y en sus vapuleos giran, con sus hechos si no con sus palabras: "¡Viva la oscuridad! ¡Viva lo incomprensible! ¡Muera la claridad! ¡Si lo bueno es oscuro, es dos veces bueno!"

Mientras escribía los párrafos anteriores, llegó una de mis nietas pequeñas de un campamento de niños. Estaba entusiasmada por los hermosos días pasados en las sierras, y por todo lo que había aprendido. Era su primera salida del hogar paterno, y tenía para ella las características de una tremenda aventura. Se puso a recitar una cantidad de textos bíblicos que le habían enseñado.

Por supuesto, ello me emocionó mucho. Entre otros versículos me repitió 2 Timoteo 3:16. Le pregunté entonces qué quería decir la palabra, redargüir. No tenía la menor idea. Es un término poco usual, pero muy sonoro. Queda muy bien, pero la generalidad de las personas no lo entiende.

Si en lugar de enseñarle el texto de la querida versión Reina Valera se hubiese utilizado la despreciada Versión Popular, la chiquitilla hubiese sabido que "Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender para corregir y educar en una vida recta".

LA ALEGRIA DE UNA VIDA SENCILLA

En una socie d ad ha m bri e nt a d e p os ee r co sa s, h oy y si e m p re – n o es fá c i l p ara e l crist i ano “est a r cont e...