viernes, 23 de julio de 2010

APOCALIPSIS: LAS SEIS PRIMERAS TROMPETAS

LAS SEIS PRIMERAS TROMPETAS – (CAPS. 8 y 9).

Como vemos aquí las SIETE TROMPETAS son el SEPTIMO SELLO, cuando el séptimo sello se abrió, hubo "silencio en el cielo como por media hora." Como el telón que se baja para preparar a los espectadores para algo portentoso. Luego de este misterioso silencio, comenzarán a sonar las trompetas en una progresión ordenada hasta su total consumación (11:14-15).

Las cuatro primeras trompetas (8:7-12). Parecen estar relacionadas con los "cuatro vientos" de la "ira del Cordero" (en 6:16 – 7:3), y que habían sido detenidos mientras se sellaba a los 144.000 que pasarían por la gran tribulación. Al sonido de cada trompeta se nos describe estas calamidades:

1- Granizo, fuego y sangre sobre la tierra.

2- Un monte ardiendo echado al mar.

3- Una estrella candente cae sobre los ríos.

4- Son heridos el sol, la luna y las estrellas.

Los vrs. 7 al 12, cada uno en su segunda parte nos ilustran, su alcance desbastador, con la frase que afectaba a "La tercera parte de…"

El vr.13, siguiendo con el gran protagonismo angélico, tenemos los tres áyes, o clamores por la suerte futura de los habitantes de la tierra ante los próximos e inminentes desastres.

La quinta trompeta (Cap. 9: 1-11).

Tenemos aquí la descripción de una terrible invasión de demonios, salidos del abismo, en forma de langostas infernales. Su trabajo es atormentar a los hombres que no están marcados con el sello del señor, pero sin llegar a quitarles la vida. En la zona de Palestina estas plagas de langostas son frecuentes y conocidas. Las mismas provienen de la parte oriental del Mar Muerto y avanzan dejando desoladas las tierras.

Sin duda que en la mente de Juan están presentes las referencias de las plagas de langostas que Dios envió sobre Egipto (Ex 10:12-19), y también la que describe el profeta Joel. Notemos que este ejército de langostas sube del abismo, que aquí es considerado como la morada de los demonios. En esta concepción la tierra está comunicada con este abismo por medio de un pozo muy profundo, que permanece cerrado, y cuya llave la tiene el mismo Dios, con el fin de limitar la actividad diabólica sobre el planeta.

Siguiendo con la descripción de este capítulo tan terrorífico, dice en el vr.1, que Juan ve una estrella caer del cielo sobre la tierra, a la cuál fue dada la llave del pozo del abismo. La estrella representa un ángel y esto es debido a que en la literatura apocalíptica los ángeles eran quienes dirigían las estrellas y eran también la personificación de las mismas.

Para los judíos estos seres semi -divinos por su desobediencia, podían convertirse en demoníacos y malos, hostiles y dañinos a Dios y a los hombres. Algunos estudiosos creen que aquí se refiere al ángel que guardaba el abismo. Y que no sería extraño que aludiese a Uriel, que según el libro apócrifo de Enoc, tenía autoridad sobre el mundo y el abismo. Esto solo como un comentario informativo.

El abismo en el apocalipsis describe el lugar donde se castiga hasta el día del juicio final a los ángeles caídos, los demonios, la bestia y el falso profeta de Satanás (9:1-2; 11:7; 20:1-3). El lugar del castigo definitivo será el "lago de fuego." (20:10, 14,15).

Quizás sea importante detenernos, pues este concepto del abismo fue sufriendo una evolución con el correr de los siglos. En el principio, por ejemplo, era el lugar donde estaban aprisionadas las aguas. En la creación se nos describe que las aguas rodean la tierra, (Gén.1:6-7), y Dios las separa creando en medio de ellas el firmamento. Así, el abismo es el lugar donde las aguas que podrían invadir la tierra, son contenidas por el poder de Dios, formando una especie de gran mar subterráneo.

Posteriormente, el abismo se nos presenta como la figura donde moran los enemigos de Dios, (Am.9:3; Is.51:9; Sal.74:13), algo así como una prisión subterránea. (Is.24:21,22). La cita anterior también nos ayuda a concebir el abismo como una gran grieta de la tierra solida, dónde se nos dice que las huestes celestiales desobedientes y los reyes de la tierra son hechos prisioneros.

Como ya citáramos la descripción más detallada del abismo la encontramos en el libro de Enoc, que influyó mucho en el pensamiento teológico del período entre los dos testamentos. Allí se nos dice que el abismo era la prisión de los ángeles caídos, los ángeles que vinieron a la tierra y sedujeron a mujeres mortales, los ángeles que enseñaron a los hombres a practicar adoración a ídolos y demonios en lugar de Dios, (Gén.6:1-4). Allí se lo describe de manera desoladora. Carecía de firmamento y de suelo. No tenia agua ni aves; desolado y estéril, el confín mismo de la tierra y el cielo, (Enoc.18:12-16). Era un lugar caótico. Había en él fuego que quemaba echando llamas, y un acantilado, cuya profundidad era mayor que cualquier capacidad humana de medirlo, (Enoc 21:1-10).

Todos estos elementos son para ayudarnos a entender que lo que está viendo Juan, es que en ese terrible tiempo de devastación, los terrores no serán naturales ni de este mundo. Sino que son de origen demoníaco, vienen del abismo, donde han sido aprisionados los ángeles caídos, las estrellas malditas y los espíritus del mal. Las peores y más horribles criaturas del universo gozarán, durante un tiempo, de su última oportunidad para llevar a cabo su terrible y espantosa tarea. Como nunca el mal y sus agentes cubrirán la redondez de la tierra.

Las llaves del pozo del abismo: dice (vr.1), que le fueron dadas a "…la estrella que caía del cielo." Cristo mismo le hace entrega de las llaves lo que está de acuerdo con Ap.1:18, donde dice que Jesucristo tiene las "Llaves de la muerte y del infierno." Aquí se resalta que el poder y la providencia de Dios es total y también controla los abismos y los poderes del mal. A pesar de todo el movimiento y despliegue del mal, que a través de distintas figuras, a veces terroríficas, Juan nos describe la absoluta omnipotencia de Dios y el Señorío de Jesucristo SOBRE TODAS LAS COSAS, es cuidadosamente realzada por Juan a través de todo el relato.

Cuando el ángel abrió el pozo (vr.2), para soltar la quinta calamidad sale una densa humareda, semejante -nos dice- al humo de un gran horno que oscureció el sol y el aire. Y de en medio de la humareda comenzaron a Salir fantasmagóricas langostas que se posaban sobre la tierra (Vr.3). No está hablando aquí de langostas, naturalmente, sino solo usando esta figura para tratar de describir a monstruos apocalípticos compuestos de varios elementos destructivos en sumo grado.

Veamos en los Vrs. 7 y 8, sus características, donde el autor describe estos monstruos como semejantes a caballos, preparados para la guerra que tenían rostros de hombres, cabellos de mujer, dientes de león y cola de escorpión. Esta terrible descripción está basada en pasajes bíblicos y también en tradiciones extra-bíblicas, como ya vimos. Así que notemos que "Los diversos elementos constitutivos de estas langostas infernales sirven para simbolizar el gran poder que tenían para hacer daño. Poseían la rapidez del caballo, la sagacidad del hombre, el atractivo de la mujer, la fuerza del león, la voracidad de la langosta y el veneno del escorpión. Difícilmente el autor sagrado podría imaginar otro ser más dañino y aterrador que el que aquí nos presenta."

Notable es ver también que a estos seres tan maléficos se les prohíbe dañar los cultivos del hombre, es decir, la hierba verde de la tierra, la verdura y los árboles.

Tan sólo se les permite atormentar a los hombres que no están marcados con el sello de Dios sobre sus frentes (Vrs. 4).

Lo terrible de este juicio es que se les ordena a estos monstruos-langostas no matar a los hombres, sino atormentarlos durante cinco meses. Esto a través de la picadura de un escorpión que a la vez que dolorosísima raramente es mortal. Estos cinco meses representan la duración de la vida de una langosta, o sea un verano entero. El tormento causado por estas langostas-escorpiones por medio de su picadura es tan doloroso que las victimas desearán y buscarán la muerte, pero no la hallarán, porque la muerte huirá de ellos (Vrs. 6). Otra vez se nos presenta la muerte personificada, huyendo de los hombres, "para hacerlos sufrir más, y así obligarlos a volver en sí, reconocer su pecado y convertirse."

De acuerdo con los comentaristas ya desde los tiempos, "las langostas son un símbolo de los tormentos espirituales provocados por los demonios en las conciencias de los hombres. Los malos espíritus atacarían a éstos con turbaciones de espíritu y remordimientos de conciencia tan fuertes que les harían desear la muerte y llamarla a gritos, aunque en vano. "El rey de estas langostas infernales es "el ángel del abismo", en hebreo Abaddon y en griego Apolyon (Ver .11). Este primer término significa "destrucción" ó "perdición", y suele ser empleado en la Biblia como paralelo de Seol que es sinónimo de región de los muertos (Job 26:6; Prov. 15:11; 27:20; 30:15). Es por lo tanto una personificación de los poderes de la muerte, como el Hades en Apocalipsis 1:18.

El autor traduce Abaddon en griego por Apolyon, que también significa, DESTRUCTOR. Lo que tal vez tenga relación con Apolo que con su arco y sus flechas causaba estragos, como las langostas con él aguijón venenoso semejante al de los escorpiones.

EL EJERCITO INFERNAL EXTERMINA LA TERCERA PARTE DE LOS HOMBRES – (9:13-21).

Vr.13: La voz que sale del altar parece personificar las oraciones de los santos allí ofrecidos.

Vr.14: La voz ordena que sean soltados los cuatro ángeles que estaban atados sobre el rio Éufrates. Históricamente en la literatura bíblica el Éufrates es el punto de partida de las grandes hordas invasoras. Durante siglos primero fueron los Asirios, después los babilonios, escitas y en tiempos de San Juan los partos.

Estos cuatro ángeles atados a orillas del Éufrates no debemos confundirlos con los de (Apoc. 7: 1-3.) Aquí parecen representar más bien las hordas invasoras que sembrarían por doquier la devastación y la ruina.

Los cuatro ángeles que estaban preparados por Dios para el momento preciso -para la hora, para el día, para el mes y para el año- señalado por su justicia, fueron sueltos (Vr.15). Su misión ya no es solo atormentar sino matar a la tercera parte de los hombres. El ejército que acompaña a los cuatro ángeles es una caballería infernal compuesta de 200 millones de caballos y sus Jinetes (Vr.16). Un número que indica la imposibilidad de contar las huestes del terror.

Aparentan estar armados con el fuego mismo porque el color de sus yelmos es como el rojo de un horno encendido, azul como el humo que se eleva desde un incendio y amarillo como el azufre que se quema eternamente en el abismo infernal. Los caballos tienen cabezas como de leones y colas como de serpientes; su respiración arroja fuego, humo y azufre. Para aumentar la destrucción, sus colas-serpientes muerden y envenenan. La consecuencia es que un tercio de la raza humana muere.

¿Cuál es el propósito?, que el resto los hombres recapacitara. Pero no ocurre así. Los hombres siguen adorando sus ídolos y los demonios que habitan en ellos y siguen en sus caminos de maldad. Y esto nos muestra la increíble dureza del corazón del hombre, al punto que la rebeldía produce una vida totalmente oprimida por fuerzas del mal. Aún cuando los hombres se creen sabios, toda su sabiduría es la muestra de su necedad. Basta mirar a nuestro alrededor la corrupción moral de nuestro mundo, como también lo afirma San Pablo (Rom. 1:28-32).

QUE DIOS GUARDE NUESTROS CORAZONES DE ADORAR CUALQUIER FORMA DE IDOLOS QUE NO SON EL VERDADERO DIOS VIVIENTE.

LA ALEGRIA DE UNA VIDA SENCILLA

En una socie d ad ha m bri e nt a d e p os ee r co sa s, h oy y si e m p re – n o es fá c i l p ara e l crist i ano “est a r cont e...