Señor, me he asomado a la ventana
y he visto una cálida rosa fulgurante
y bajo el pino, los pájaros
en una jubilosa algarabía
de gorjeos y de alas.
Señor, esta mañana de domingo
vamos a estar contigo,
vamos a recordarte en el pan y en el vino.
¿No es acaso esa rosa como tu sangre?
¿No somos nosotros más que muchos pajarillos?
"En gran manera he deseado estar con vosotros
antes de que padezca".
¿Y no volverás a padecer si me ves indiferente
o si encuentras mi sitio vacío?
Oh Señor, esta es mañana de domingo
y nos has invitado a tu mesa.
Por eso,
no nos dejes pensar ahora en otra cosa.
Ni en lo que almorzaremos hoy, ni en lo que
queda por hacer,
ni en las cuotas por pagar,
ni en el trabajo de mañana,
ni en eso que Tú sabes que nos duele.
Después sí;
ahora estamos invitados a tu mesa.
Andarás entre nosotros
mientras cantamos himnos
y comemos el pan
y bebemos el vino.
(Y la sombra de la cruz
es un abrazo que se extiende
alto, ancho, profundo, sin medida…)
De pensarlo, el corazón se vuelve
temblor y alabanza;
cálido como el terciopelo de una rosa,
gozoso y elemental
como los pájaros que juegan bajo el pino.
Paulina de Farfán
(Tomado del libro "Pequeña POESÍA)