viernes, 17 de septiembre de 2010

LAS CRISIS APARECEN AÚN EN LAS MEJORES FAMILIAS

Ricardo Zandrino
Toda buena familia tiene sus crisis, y no debemos suponer anticipadamente que una crisis es necesariamente una experiencia negativa, sino más bien una parte esencial de la dinámica propia de una familia que crece, que tiene vida. Alguien dijo alguna vez, con muy buen criterio, que la familia en una historia de sucesivas crisis
En la Biblia encontramos constantes relatos de personas que atraviesan crisis, y no podría ser de otra manera pues la Biblia es un libro que cuenta experiencias sin soslayar los aspectos humanos, no sucede como en aquellos libros épicos en los que se describe a sus héroes como casi perfectos y siempre triunfantes y exitosos.
En la Biblia las personas son realmente seres humanos, por una parte débiles e imperfectos, pero a la vez también espirituales; tal como lo somos nosotros.
En los Evangelios encontramos la parábola del hijo pródigo relatada por Jesús a sus discípulos y quiero tomarla como una ilustración de lo que es una familia en conflicto, una familia que a pesar del tiempo que pasó desde que fue relatada esa parábola, podría ser la suya o la mía.
En el Evangelio de (Lucas 15: 11-32), vemos que esta familia está atravesando una serie de crisis:
Crisis en la adolescencia del hijo menor que desea su independencia económica.
Crisis en cuanto a la tutela paterna, de quien no acepta más su protección y guía.
El padre también seguramente entró en crisis al tener que resolver el pedido de independencia de su hijo sabiendo de su inmadurez y falta de experiencia, y por otra parte, que si se la concedía, su hijo seguramente debería enfrentarse a una serie de experiencias peligrosas y a un sufrimiento que en su hogar nunca había conocido.
El padre tenía que resolver si accedía a darle una herencia que sabía que aún no le correspondía.
Luego viene la crisis del hijo viviendo en la desilusión, la pobreza y el abandono. Se debate en su trabajo de cuidar cerdos (la tarea más humillante que se pueda imaginar para un judío) si debería volver a la casa de su padre aunque más no fuera como un peón.
Vive la crisis del arrepentimiento y del temor y la vergüenza de tener que volver humillado y enfrentar a su padre.
Nosotros no sabemos si el padre habrá tenido una crisis de indecisión sobre si debía aceptar a su hijo pródigo cuando este llegó de regreso (por el espíritu del relato suponemos que no), pero podemos suponer que durante el tiempo en el que no estuvo su hijo debe haber pensado en ello muchas veces.
Luego viene una crisis del hermano mayor que tiene celos de su hermano y que a la vez se siente injustamente tratado e incomprendido por su padre.
La parábola termina con la crisis del padre queriendo hacer entrar en razón a su hijo mayor, explicándole que a él también lo ama y que todo lo que tiene también le pertenecen a él.
¿QUÉ ES LA CRISIS?
La crisis es una situación de cambio y no debemos entenderla, entonces, como signo de patología o de enfermedad. Con frecuencia en una familia saludable hay crisis precisamente como una manifestación de salud, de crecimiento, de vida.
La crisis representa un peligro, sí, pero también es una ocasión para la oportunidad de cambio. Las personas en crisis pueden salir de la prueba siendo más maduras o aumentando su nivel de posibilidades o su sabiduría de la vida. O, si no tienen la capacidad de enfrentar y resolver la crisis, pueden quedarse paralizadas, atemorizadas o traumatizadas.
Supongamos un ejemplo; ¿Qué hubiera sucedido si el hijo pródigo no hubiera tenido el suficiente coraje de volver a la casa de su padre cuando hubo tomado conciencia de su situación? …Seguramente la historia hubiera sido distinta.
La crisis… ¿nos llega de sorpresa?
Rene Kaes, psicoanalista sistémico francés, fue del creador del “análisis transicional”. Esta corriente del psicoanálisis hace su énfasis en la terapia de transición que media entre lo que él llama “la ruptura” (producida en la estructura psíquica por la crisis) y “la sutura” (el período de recuperación de su yo que le permita resolver la crisis a través de organizar nuevamente la estructura psíquica, la identidad y la autoestima).
Rene Kaes, dice con respecto a qué es la crisis: “…generalmente se la define como un cambio brusco y decisivo en el curso de un proceso.”, y luego agrega: “Pensar al hombre en crisis es pensarlo como capaz de tener crisis, como un ser vivo en organización, desorganización y reorganización permanentes. Pensar la crisis, es intentar  mentalizar una ruptura.” 1
Al experimentar la crisis, se tiene la sensación de que nos llega de sorpresa, de un modo que nunca hubiéramos imaginado, o por lo menos no esperábamos que eso nos sucediera precisamente a nosotros. Repito, al menos esa es nuestra vivencia. A la crisis la vivimos como una experiencia que “nos llega” como una desgracia a nuestras vidas y de pronto nos sentimos presa de una circunstancia que desborda y rebalsa nuestra capacidad de control y nos pone en serio peligro.
Sin embargo, si luego logramos hacer una sincera introspección reconoceríamos aquellos datos que nos indicarían que la crisis tuvo un origen que podríamos reconocer, que esa circunstancia que determinó la crisis podría haber sido previsible, o que podríamos haber tomado precauciones para que cuando llegara ese momento estuviéramos preparados para dar respuestas a la situación de cambio.
Dice Rene Kaes: “La crisis: en la serenidad de la retrospección fingimos creer que, surgiendo como un todo, nos ha sorprendido. Es una de las características de la crisis aparecer así, imprevistamente y en la masividad de lo único. Pero, producida la irrupción, la crisis comienza a perfilarse en una historia pasada y los recuerdos reaparecen revelando sus causas, sus orígenes, e incluso, sus soluciones. Sólo entonces recordamos las grandes fracturas que han marcado la soñada y lisa superficie del mundo, de las cosas y de la historia, y que sufrimos en nuestro fuero interno variadas y múltiples cicatrices: trazas de sucesivos sacudimiento que, a través de ecos anestesiantes, hemos experimentado en nuestro cuerpo, en nuestros afectos, en nuestros vínculos y en nuestros saberes.” 2
En La Crisis Debemos Elegir
La palabra “crisis” proviene del griego “krinos” que significa: “Yo elijo”. Crisis significa “cambio”. Es como cuando uno va cómodamente por un camino y de pronto el camino se divide en dos o más opciones. Tenemos que elegir por donde continuar. En otros términos hablamos de crisis cuando de pronto los valores que nos sustentaban hasta ese momento dejan de sernos útiles y debemos entonces buscar otros que nos puedan servir a partir de una situación nueva.
Estos no son conceptos de la psicología o psiquiatría moderna, ya en la milenaria cultura china se conoce que “peligro” y “oportunidad” se escriben de la misma manera. Para ellos también la situación de crisis o cambio era sinónimo de peligro, pero también de nuevas posibilidades.
LA CRISIS ANTE DOS DEMANDAS DE TODA FAMILIA
La resolución de una crisis fluctúa entre la tensión de dos necesidades de toda familia:
-Por un lado la de proveer continuidad y seguridad a sus miembros, manteniendo una identidad y un proyecto de familia, metas comunes, valores y hábitos.
-Por otra parte, la familia también necesita de la capacidad de cambiar para adaptarse a nuevas situaciones y ante circunstancias especiales saber cambiar las prioridades y poder comprender la realidad desde otra perspectiva implementando los cambios que sean necesarios para que el proyecto de familia continúe funcionando
A veces estos dos intereses se contraponen, y dependerá de la salud familiar para saber cuál de los dos priorizar ante cada situación para resolver favorablemente la crisis.
ANALISIS DE ALGUNAS DE LAS CRISIS NATURALES DE UN FAMILIA EN SU PROCESO DE DESARROLLO.

Si bien las crisis en la historia familiar e individual son inevitables, me gusta pensar en lo que podríamos definir como dos clases de crisis: las naturales o previsibles, que serían las que se van dando en el transcurso del desarrollo del proceso de la vida, y sobre algunas de  las cuales nos referiremos más adelante, por ejemplo la adolescencia o la vejez.
El otro grupo son aquellas imprevistas o accidentales como por ejemplo la muerte de un hijo o de una madre joven. Estas últimas son profundamente traumáticas y su resolución necesita de mayor esfuerzo de parte de sus protagonistas y en muchas ocasiones de asesoramiento profesional y/o pastoral.
Tomaremos la crisis de la adolescencia como modelo pues generalmente resulta ser la más representativa y dramática de las crisis familiares. Luego mencionaremos otras que también tienen que ver con las “crisis naturales”
Del proceso de maduración de una familia como por ejemplo, el casamiento, o la soltería, la llegada de los hijos, el síndrome del nido vacío, la vejez y la muerte.
La Adolescencia.
Esta es quizás la crisis de crecimiento más severa de una familia pues al entrar en crisis el adolescente suele suceder que también lo hagan los propios padres. Por ejemplo no es un dato menor mencionar que el matrimonio debe  “debutar como padres de adolescentes”, que no es lo mismo que ser padres de niños, situación en la cual los padres están acostumbrados a dar órdenes que los niños aceptan, pero esto no necesariamente ocurre en la adolescencia, en esta etapa el joven entra en una etapa diferente de sus vidas,… y los padres también.
Otro ejemplo de esta crisis que afecta al grupo familiar, es que la adolescencia del hijo puede “despertar” aspectos no resueltos de las propias adolescencias de los padres, de tal modo que los mismos padres comiencen a actuar de un modo inmaduro, caprichoso y rebelde que ni ellos mismos pueden comprender, haciendo las relaciones familiares, ya de por sí complicadas, más difíciles aún.
Alguien comentó que la adolescencia es para los padres como el último vagón del tren de la vida y deben estar listos para subirse si es que quieren continuar saludables y con la plasticidad para cambiar ante las circunstancias nuevas que nos presenta la vida. Es decir que es una buena oportunidad para renovarse y replantearse muchos aspectos que ya ha comenzado a adormecerse y anquilosarse. En este caso vemos una vez más que la crisis es también una oportunidad: los hijos adolescentes ayudan a actualizar las  capacidades y lograr una renovada disposición hacia la vida.
En esta crisis, el adolescente vive un proceso de transformación en el que transita de la dependencia a la independencia; pasa de una concepción de la vida a partir del modelo que recibe de sus padres, de su protección, de dejar que sean ellos quienes resuelven sus problemas,  a buscar un proyecto individual. Para esto debe romper el molde anterior y encontrar un proyecto propio, que sienta que le pertenece.
Todo este proceso es muy doloroso para los hijos y también para los padres,  pero es una etapa necesaria, vital para que el normal proceso de crecimiento individual y familiar continúe. Remarquemos que es doloroso pero también es profundamente creativo, ya que como decía el gran pintor español Pablo Picasso: “para poder crear es necesario destruir”.
Es en esta etapa que surge la rebeldía del adolescente hacia sus padres pues necesita rechazarlos para no sentirse dependiente de ellos. Los padres por su parte se sienten heridos por ese rechazo y muchas veces reaccionan con rigidez y aumentando sus mecanismos de control sobre los hijos adolescentes intentando “que todo vuelva a la normalidad” como cuando sus hijos eran niños y obedecían en el momento en que ellos daban las órdenes.
Los padres deben dejar que sus hijos destruyan la imagen de padres omnipotentes que traen de su infancia, esa “ilusión” de que los padres pueden resolver absolutamente todos los problemas que la vida les pueda presentar. Es deseable que los padres le permitan esa rebeldía al hijo y que además lo acompañen como amigos comprensivos, pero sin por ello  perder su condición de padres.
El intercambio de comentarios humorístico como así también la capacidad de reírse de sus propias debilidades y temores y la relación más informal entre ambas partes son importantes en esta etapa.
OTRAS CRISIS DEL DESARROLLO FAMILIAR
CASAMIENTO
Es el proceso de transición del enamoramiento a la convivencia. El enamorado “no ve” los defectos en la personalidad del otro. Luego del casamiento el matrimonio  debe convivir y entonces se comienza a enfrentar cada día al cónyuge tal como es. El amor pasa a ser entonces predominantemente aceptación y descentralización de la persona, este es un proceso que consiste en desplazar el centro de atención de sí mismo y ubicarlo en la otra persona. El reto del amor maduro  es poder llegar a decir “te amo tanto que te acepto tal como eres, te amo con tus virtudes y tus defectos”.
Llegada De Los Hijos
En la mujer implica una experiencia muy  especial que es el embarazo y el parto. El embarazo plantea una crisis con los cambios que se producen a nivel biológico, en su cuerpo, y a también en la esfera psicológica por el proceso de aceptación durante los nueve meses de gestación del ser que se está formando en sus órganos. La expectativa del parto genera temores y angustias. Esta crisis es una buena oportunidad para crecer en su identidad femenina al tener que enfrentar estos aspectos tan importantes en la experiencia humana.
En el hombre la experiencia de la paternidad significa una crisis al tener que asumir nuevas responsabilidades, no solo como padre y representante de la ley en la familia, sino como proveedor y jefe de la familia.
En cuanto al matrimonio frecuentemente la crisis del nacimiento del hijo, está relacionada con la aparición de “una cuña” que separa el vínculo cerrado que hasta entonces tenía la pareja. A su vez, la resolución favorable de esta  crisis le permite al matrimonio la posibilidad de crecer en responsabilidad y entrega.
Síndrome Del Nido Vacío
Llega en el momento en que los hijos se van de la casa, puede ser por motivos de estudio, de trabajo o por casamiento o simplemente porque llegó el momento de su independencia. Los padres de pronto se encuentran con una realidad que no esperaban y que no saben cómo manejar, y muchas veces caen en depresión y en serios conflictos matrimoniales.
Al correr de los años puede ocurrir que ocurran muchos problemas de incomunicación en el matrimonio, y éstos frecuentemente son “tapados” con la excusa de “la preocupación por los hijos”. Cuando éstos se van, el matrimonio se encuentra sin argumentos que les permitan  continuar evadiendo el diálogo. Se plantea una severa crisis en el matrimonio que aún en casos de muchos años de convivencia puede terminar en el divorcio producido por el sentimiento de que el cónyuge resulta ser”… un extraño al que no reconozco y con el que no me puedo comunicar”.
Es importante que durante el período de crecimiento de los hijos se mantenga el diálogo y un encuentro renovado y dinámico del matrimonio que les permita madurar y desarrollarse como pareja simultáneamente con el crecimiento de los hijos. Si es así, o si logran resolver esta crisis y alcanzar una recuperación del diálogo matrimonial, esta etapa puede llegar a ser muy gratificante para el matrimonio que siente que ha llegado a recuperar el estado inicial de su casamiento y pueden disponer del tiempo para dedicarse el uno al otro, ahora con el agregado de su mayor experiencia, tiempo libre y capacidad de comprensión y entrega.
La Etapa De La Vejez
La vejez es el proceso inverso al de la adolescencia, en aquella etapa se transita de la dependencia a la independencia, en ésta de la independencia a la dependencia.
En cuanto al matrimonio este es un proceso en el que uno ve envejecer al cónyuge y a sí mismo, comienza a percibir las limitaciones intelectuales y físicas que le impone la edad. Por otra parte el hecho de que vivimos en sociedades en las cuales se pone el acento en la producción y el rendimiento económico, los ancianos comienzan a padecer de una sutil discriminación, una falta de reconocimiento y un aislamiento social, y a veces familiar, muy difícil de asimilar por ellos y que afecta severamente su autoestima.
Los ancianos que tienen la capacidad y la plasticidad intelectual y emocional de saber desplazarse del centro del protagonismo y saben ocupar un más humilde lugar más periférico, lograrán una ancianidad más fácil y feliz pues ellos mismos van buscando el lugar en el esquema familiar y social, en el que no se sienten menospreciados.
Si en el matrimonio ambos están ya jubilados, pueden disfrutar del abundante tiempo del que disponen sin el stress de la demanda permanente de los años de la juventud. Esta es una etapa que si se la vive con sabiduría puede ser tan bella como lo fueron las otras etapas anteriores de sus vidas.
Muerte
Esta es una crisis individual, pero tiene aspectos familiares y sociales. Es la última crisis del individuo en la que debe enfrentar el paso de la vida a la eternidad. También se  produce una crisis cuando muere uno de los miembros de una familia, esto produce en la familia un impacto diferente en cada uno de los miembros.
En cuanto al matrimonio hay personas que temen más la muerte de su cónyuge que la suya propia, lo mismo sucede con los niños que temen perder a sus padres y quedar desamparados y desprovistos de amor y seguridad que los padres les ofrecen.
En cuanto al aspecto individual, la crisis de enfrentar la muerte genera tres temores básicos:
-A la enfermedad final: al sufrimiento, a la agonía. Hoy se agrega un temor más a estos; al encierro y al aislamiento de la terapia intensiva.
-A las pérdidas de todo lo vinculado a la vida. La muerte es el momento de mayor despojo de la vida ya que si bien durante la vejez vamos perdiendo capacidades intelectuales, físicas, económicas y afectivas, ante la muerte es cuando se deben abrir las manos y entregarlo todo.
-A lo desconocido: la muerte es el fin de la realidad que conocemos y a la que nos aferramos, para ingresar a una dimensión misteriosa y desconocida. En particular este temor es más crítico en personas que no han desarrollado la fe en el transcurso de sus vidas o en aquellos que han vivido negando la realidad de la muerte como si sus vidas hubieran sido planeadas para permanecer por siempre en esta existencia terrenal.
Debo decir que aún en el caso de los cristianos, en los que la muerte es una instancia para la que se han preparado durante toda la existencia tomada de la mano de Dios, resulta un paso difícil de dar. Y así como cuando iniciamos un viaje estamos angustiados y preocupados pensando si todo resultará bien, ante la muerte tenemos ciertas dudas y temores al tener que dar este paso trascendental. Sin embargo en medio de la crisis está la confianza y la esperanza de la resurrección.
CONCLUSIONES
Las familias que han depositado sus esperanzas en Cristo, al igual que el resto de las familias, tienen crisis y deben enfrentarlas y resolverlas.
Pero surge esta pregunta: ¿Cómo debemos actuar como familias cristianas ante las crisis que nos presenta la vida? ¿Tenemos algunos recursos especiales para enfrentar las crisis? Personalmente tengo la convicción de que si, que contamos con esos recursos.
Propongo los siguientes aspectos de nuestra fe a los que podemos echar mano:
*  La Biblia es un relato de historias familiares, allí tenemos respuestas a las preguntas que nos plantean las crisis. Debemos creer que la Palabra de Dios es inspirada por el Espíritu Santo y que ese mismo Espíritu nos habla a nosotros en forma personal para enfrentar la difícil circunstancia que nos toque atravesar.
La misma Biblia dice de sí misma, que ella es el instrumento útil para enfrentar los problemas de la vida: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16-17.)
Muchas veces utilizamos este versículo para ser dirigido a otras personas, pero pensémoslo para nosotros, para nuestra vida, que Dios lo puso para que entendamos que en la Biblia podemos encontrar las respuestas que nos ayuden a resolver los problemas de nuestra vida personal y familiar.
Jesús mismo echó mano a la Palabra de Dios para dar respuestas a las tentaciones del enemigo cuando estuvo ayunando en el desierto ¿Podemos imaginar una crisis tan grave como esa? Y las respuestas las encontró en la Biblia.
* Nuestra espiritualidad también debe ser útil para resolver los problemas que nos plantea la vida. Ante las situaciones de peligro comprobamos si nuestra espiritualidad está asentada sobre bases sólidas, no sobre la arena movediza, sino sobre el buen fundamento de la roca sólida.
Para alcanzar una espiritualidad madura, es importante haber desarrollado en el tiempo la capacidad de oración y dependencia de Dios con relación a los aspectos prácticos de la vida, en nuestro vínculo con Dios y con la realidad cotidiana.
Es necesario que aprendamos a dirigirnos a Dios con jaculatorias para enfrentar situaciones difíciles de nuestra vida cotidiana; “Señor ayúdame, no sé cómo resolver este problema que debo enfrentar”, o como dijo el apóstol Pedro cuando se hundía en el agua “Señor, Sálvame”. Conozco a una querida amiga que me comentaba: “mientras cocino estoy permanentemente contándole y preguntándole al Señor lo que debo hacer y pidiéndole que me ayude”.
La espiritualidad ayuda a resolver los problemas cuando se busca con humildad y persistencia la guía de Dios. Moisés se encontró en un momento del éxodo con la difícil situación de tener al frente al Mar Rojo que no lo dejaba avanzar, y atrás al poderoso ejército del Faraón. Parecía no tener escape, pero cuando buscó la intervención de Dios se abrió un camino inesperado; se produjo la división del Mar Rojo para que el pueblo de Dios cruzara por él. Así también cuando imploramos por su intervención, Dios prepara sendas para quienes fielmente le buscan en el momento de la angustia.
Como Dice El Coro:
Sendas Dios hará
Donde piensas que no hay,
El obra de maneras que
No podemos entender.
El té guiará
A tu lado estará
Amor y fuerza te dará
Un camino hará
donde no lo hay.
* Jesús nos da el modelo de cómo enfrentar las crisis.
En el evangelio de (San Lucas 4:16-30) encontramos un relato en el cual Jesús se hallaba en Nazaret, el pueblo de su infancia, y estando en la sinagoga le tocó la lectura del profeta Isaías (capítulo 61). Jesús está en la etapa del comienzo de su labor pública y en esta ocasión hace suyas las palabras del profeta al declarar que su mensaje y su ministerio están dirigidos a los pobres y oprimidos y a todos los necesitados.
El relato nos dice que los que estaban en la sinagoga se enojaron mucho y llevaron a Jesús a las afueras del pueblo, a un monte para lanzarlo desde un precipicio al vacío. ¡Qué tremenda crisis! Allí está Jesús frente a un grupo de enardecidos fanáticos religiosos que querían matarlo ¿Qué podía hacer Jesús ante esta situación? El versículo 31 nos dice:
“Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se fue.”
Esta es la clave, cuando llega la crisis, debemos ante todo mantener la calma, no entrar en desesperación aun cuando estemos angustiados. Si nos dejamos llevar por el pánico,  no podremos actuar con buen criterio y por el contrario, es muy probable que al actuar desde la desesperación, complicamos más aún el difícil panorama.
Jesús seguramente confió en la protección de su Padre en ese momento, fue como si su Padre lo tomara de la mano para guiarlo en medio de la dificultad y lo ayudara a superarla. Jesús conocía los tiempos y sabía que su hora no había llegado y tuvo la plena confianza de que su Padre Dios proveería la protección necesaria. Quizás recordó palabras del mismo libro que había leído en la sinagoga momentos antes, que dicen: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
Luego Jesús miró de frente a la gente que tenía ante él, y cuando lo hubo hecho pasó por en medio de ellos, no los esquivó, no se hizo a un lado, sino que los enfrentó pasando por el medio de ese grupo de personas superando la crisis.
Finalmente Jesús se fue, es decir que no se quedó “pegado” a la crisis sino que una vez que pasó en medio de ella continuó su camino, sin resentimientos, sin reproches, sin ánimo de venganza.
Había comenzado su ministerio y tenía mucha tarea que realizar por delante, vendrían otras crisis, pero esta…ya estaba superada.

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