martes, 21 de septiembre de 2010

DIOS


Dios ¿Estas o no estás?
Pablo Pérez de Celis
Deseando matar y destruir
La noche está por caer
La soledad nos deja ver
Que pronto se cierran las puertas
Y el miedo envuelve el lugar (…)
Se agudiza el llanto y la gente
Padece por un ideal (…)
Todo es miedo, muerte,
Pena, llanto y dolor.
Azotes de maldad
Que recibe el mundo hoy.
Su mal los condena.
Y aunque ellos no lo advierten;
El infierno goza
Con idiotez de esta gente (…)

Para el hombre, no hay más mal
Que el propio hombre al engendrar
Codicia, ambición e injusticias
Que culminan en agresión.
Fuerza demencial,
Que domina el mundo de hoy.
V8

Algunos dijeron: “Dios ha muerto”; que no era otra cosa que una invención humana para poder soportar la vida. Otros en cambio creen que Dios existe y que hasta se presentó como hombre en el mundo para morir por todos los que crean en él para darles vida eterna.
Si se quiere decir que estamos cuestionando la existencia de Dios no puedo dejar de aclarar que va a ser la del Dios que me mostraron desde pequeño, que es el Dios del cristianismo, porque esa es la única manera que tengo de entender el concepto de Dios.
Pero tratemos de llegar a nuestras propias conclusiones, sobre la existencia, presencia de Dios o no en el mundo.
Estos son algunos datos de la realidad de nuestro planeta:
·         En el mundo hay 1.300 millones de personas que viven con un peso diario.
·         Uno de cada tres niños está subalimentado.
·        1.220 millones de personas carecen de agua segura.
·       Según el último informe de Naciones Unidas en la Argentina hay 7 millones de personas que viven con menos de $ 100 mensuales.
·         El ingreso promedio de la Argentina es de $ 676 y la canasta familiar es de $ 1.096.
·      Millones de personas en todo el mundo no tienen qué comer, mientras otros viven en abundancia.
¿Por qué Dios permite esto? ¿Por qué no hace nada?
Ante este panorama ¿cómo podemos decir que Dios existe?: Si Dios es un Dios de Justicia, de Amor y que es Soberano o Señor; y en el mundo lo que menos abunda es la Justicia, el Amor, y que Dios sea el Señor de las personas. Ergo Dios no existe.
En otras palabras Dios es Amor, el mundo se guía egoístamente; Dios es comunión, el mundo se rige por el individualismo; Dios es justo, en el mundo se da la ley del más fuerte; y por último Dios es Señor (Soberano), las vidas de los hombres se rigen por dioses distintos de éste Verdadero Dios.
Estos pueden ser los argumentos de un ateo o una persona que defraudada por lo que ve en este mundo dice: “Dios no existe”.
Pero yo no puedo dejar de lado mi formación, mis creencias de cristiano. Por lo tanto estaría en una contradicción contra mí mismo sino parto de que Dios existe.
Pero, ¿cómo puedo afirmar que Dios existe, si todas sus características o notas esenciales, en nuestro mundo, se presentan de manera opuesta a las de Él?
La explicación radica en la caída del hombre.
Este pecado, según el Catecismo de la Iglesia Católica, consistió o consiste en que “…el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por lo tanto, contra su propio bien…” 1
Dios como nuestro creador sabe qué es lo mejor para nosotros, por eso nos dio consejos. Estos consejos llamados mandamientos, generalmente son vistos como una carga que Dios quiere que llevemos. Pero en realidad son las pautas para poder llegar a una convivencia pacífica y sin problemas. En otras palabras, ayuda a los hombres a ser hombres.
¿Si Dios quiere nuestro bien, por qué no hace que todos seamos buenos y que nos comportemos de tal manera que no exista el mal? ¿Por qué hay tanta gente apartada de Dios? ¿Por qué nos apartamos tantas veces de Dios?
La respuesta, o al menos una que satisface mi inquietud, la encontré en el lugar donde menos la esperaba, leyendo “El Príncipe” de N. Maquiavelo, más precisamente en el capítulo 17: “De la crueldad y de la clemencia, y si es mejor ser amado que temido o viceversa”.
Maquiavelo respondiendo a la pregunta de sí ¿es mejor ser amado que temido o viceversa? dice:
“Se responde que sería menester ser lo uno y lo otro; pero, puesto que resulta difícil combinar ambas cosas, es mucho más seguro ser temido que amado cuando se haya de renunciar a una de las dos. Porque en general se puede decir de los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, simulan lo que no son y disimulan lo que son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todos tuyos, te ofrecen la sangre, los bienes, la vida, los hijos cuando la necesidad está lejos (del príncipe); pero cuando se te viene encima (la necesidad, el pueblo) vuelve la cara…
…Además los hombres vacilan menos en hacer daño a quien se hace amar que a quien se hace temer, pues el amor emana de una vinculación basada en la obligación, la cual (por la maldad humana) queda rota siempre que la utilidad da motivo para ello, mientras que el temor emana del miedo al castigo, el cual jamás te abandona…
…Concluyo, por lo tanto, volviendo a lo relativo de ser amado y temido que -Como los hombres aman según su voluntad y temen según la voluntad del príncipe- un príncipe prudente debe apoyarse en aquello que es suyo y no en lo que es de los otros…”
Si Dios nos impusiera que lo obedezcamos, lo haríamos, pero dejaríamos de ser hombres, porque perderíamos la libertad, la cual es una nota esencial del ser humano.
Pero Dios nos hizo libres, para ello nosotros tenemos que tener la oportunidad de elegir de seguirlo como Señor o no. Él quiere que le amemos, nos llama para que nos acerquemos a Él, porque nos ama. Pero nos da libertad de hacerlo o no. Esto es conocido como libre albedrío.
 Pero ante la realidad descripta al comienzo pareciera que Dios con su misericordia y perdón se hubiera ausentado del mundo donde reina la injusticia y la opresión.
Primero que nada, como decía la canción del comienzo, el que genera la injusticia y el que oprime al hombre es el hombre.
Si decimos que la injusticia y la opresión es generada por el hombre y Dios está en contra de aquello, habría que tomar los consejos de Dios y volvernos a Él. La solución de todos los males es que la humanidad se vuelva a Dios. No sólo los no cristianos, sino también los “cristianos” (entre comillas), porque entre estos también hay injusticia y opresión.
Con respecto de los cristianos, cuando a Mahatma Gandhi le preguntaron sobre nosotros contestó: “Los ejemplos de vida devota de los cristianos no me proporcionaban más de los que había encontrado en la vida de hombres de otras creencias. Había ya visto en otras personas la misma pureza de costumbre que encontraba en los cristianos”.
En general, los cristianos lo somos nada más que de palabra. Y así no hay diferencia entre los cristianos y los no cristianos.
Podríamos decir que el problema de la injusticia o la opresión no se debe a la ausencia de Dios, sino a la ausencia de gente que viva bajo las enseñanzas de Dios.
La enseñanza o mandamiento más importante de Cristo es el amor.
Esto queda plasmado en su palabra, cuando los fariseos le preguntan a Jesús: “Maestro, ¿Cuál es el mandamiento más importante de la ley? Jesús le dijo: ‘AMA al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente’. Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a éste; dice: AMA a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se basan toda la ley y los profetas”. 2
Cuando Jesús responde a la pregunta de cuál era el mandamiento más importante, vemos que nombra dos mandamientos. ¿Por qué si le pregunta “el” mandamiento…, le contesta dos? Esto es así porque entre ellos hay una relación necesaria: “Si alguien afirma: ‘yo AMO a Dios’, pero odia a su hermano es un mentiroso, pues el que no AMA a su hermano, a quien ha visto, no puede AMAR a Dios a quien no ha visto”. 3  Además en el relato del “Juicio a las Naciones”, se nota que el amar a Dios se muestra en el amor a nuestros hermanos. Por último luego de decir Jesús que es la vid verdadera, dijo: “Este es mi mandamiento: que se AMEN los unos a otros”. 4
Jesús nos dice con respecto a la relación entre amor a Dios y al prójimo (en el juicio a las naciones): “…Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aún por el más pequeño, lo hicieron por mí”. Cuando dice esto les dice estuve enfermo y preso y no me visitaron, tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, cada vez que no lo hicieron por el prójimo.
Hay una historia que grafica esto muy bien:
“Un día en una Iglesia invitaron a un pastor a que fuera a predicar en un pueblito, éste fue gustosamente, y después de la predicación se acercaron varias personas a saludarlo. Al preguntarle por su hermano que siempre lo acompañaba, él contestó que no había podido ir, pero que estaba bien.
Una de las personas que estaba allí, que lo conocía, le preguntó por qué no había podido ir. Después de insistir un rato, el invitado le contestó que hacía mucho frío y que su hermano no tenía abrigo.
La persona que le estaba preguntando se fue hasta su casa que quedaba cerca y comenzó a buscar un saco para el hermano del pastor. Abrió su ropero y empezó por la derecha. Vio un saco negro que estaba sin usar y dijo no, éste no, luego vio otro azul, dijo éste tampoco, luego otro gris oscuro, después uno marrón a cuadritos que estaba doblado, era viejo, ya no lo usaba, muy probablemente había sido del abuelo, y dijo éste es para el hermano del pastor. Al sacarlo se dio cuenta que no tenía botones, pero se lo llevó igual.
El pastor muy agradecido lo aceptó diciendo: “No importa, yo sé hacer botones de madera”.
Unos días después la persona que regaló el saco soñó que se iba al cielo, al ver a Jesús a lo lejos, comenzó a correr hacia Él. A medida que se acercaba iba viendo que Jesús tenía un abrigo de color marrón a cuadritos. Cuando estuvo ya bastante cerca se dio cuenta que tenía un abrigo con botones de madera. Era el mismo abrigo que le había dado al hermano del pastor que había ido a predicar.
Entonces esta persona cayó de rodillas y llorando le dijo al Señor: “Si hubiera sabido que era para vos Señor”.
Los cristianos comúnmente nos olvidamos de aquella enseñanza de Jesús y caemos en el mismo error.
AMAR al prójimo como a sí mismo es querer su bien tanto como el mío.
Generalmente los cristianos creemos que no haciendo ciertas cosas hacemos el bien. Escapamos diciendo: Yo no robo, no mato, etc. Pero pecamos porque no damos, no servimos, no vivimos para los demás como lo hizo Jesús que es el ejemplo que tenemos que seguir.
Amar es vivir para los otros, es una vida de servicio, de entrega hacia los otros.
Y si pareciera que Dios no existe o que no está presente en el mundo es por culpa nuestra, de los cristianos que estamos tan lejos de obrar como Dios quiere, tan lejos de seguir el ejemplo de Cristo, que no dejamos que Él se manifieste o se muestre a través nuestro.
A los cristianos nos hace falta volvernos a Cristo para poder predicarlo con nuestras vidas y así que más gente se vuelva a Dios y juntos logremos un mundo mejor.
Para cambiar, es necesario comenzar por casa, por un cambio en nosotros los cristianos. Y me parece un buen puntapié inicial, el llevar a la acción lo que dice una poesía de la madre Teresa de Calcuta:
Sean amables y generosos que nadie acuda a ustedes sin irse mejor y más contento.
Sean la expresión viva de la amabilidad de Dios: Amabilidad en vuestros rostros, amabilidad en vuestros ojos, amabilidad en vuestra afectuosa manera de saludar.
Entre los pobres, nosotros somos la amabilidad de Dios hacia los pobres.
Regalen siempre una sonrisa gozosa, a los pobres, a los niños, A todos los que sufren y se encuentran solos.
No les den sólo vuestros cuidados. Si no también vuestro corazón.
Madre Teresa de Calcuta
Por todo lo expuesto creo conveniente decir que más que la muerte de Dios hay que hablar del asesinato de Dios. Más que la inexistencia de Dios es la indiferencia hacia Dios por parte del hombre.
El hombre ha hecho una elección de sí mismo, dejado de lado o despreciando a Dios, dando como resultado un mundo de injusticia y opresión, donde algunos viven como reyes y la mayoría sufre carencias o necesidades que no logra satisfacer.
La única forma de revertir esto es que nos volvamos a Dios.

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