viernes, 17 de septiembre de 2010

JESÚS Y LO SAGRADO

Afirmación y replanteo
Alberto F. Roldan*
Entonces, y bajo el peso de aquel terror, Adán había caído de rodillas; y sintió que por vez primera su torpe oración ganaba las alturas que se le habían negado tantas veces; y se había dicho que aquel sagrado temor era sin duda el preludio de la ciencia viviente por la cual venia suspirando su alma tras el hastío de las letras muertas. Un temor sagrado. Pero, ¡cuán fácilmente se disipaba ya entre los ruidos y colores del nuevo dia!1
Introducción
“No den lo sagrado a los perros, no sea que se vuelvan contra ustedes, y los despedacen, ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen”  (Mt.7:6 Nueva Versión Internacional, en adelante: NVI). Esta es una de las más insólitas declaraciones de Jesús en cuanto a “lo santo” o “lo sagrado”.
A partir de estas palabras podemos comenzar a reflexionar sobre “lo sagrado”.  La declaración de Jesús, aunque breve, por lo menos deja en claro dos cosas: La primera, que existe, efectivamente, una realidad, una zona de “lo sagrado”.  Que no todas las realidades pertenecen a ese ámbito, sino algunas, que nos ocuparemos de ver luego. En segundo lugar, Jesús prohíbe dar lo sagrado a los perros.
Vivimos en tensión entre los extremos de “nada es sagrado” hasta “todo es sagrado”. La primera postura estaría representada por la secularización o, quizás mejor, el secularismo, que es el intento por interpretar toda la realidad prescindiendo de Dios. En esa perspectiva, todo es natural, humano, temporal y secular. Una forma actual de esta perspectiva se da hoy en el fenómeno llamado “posmodernidad”, para el cual, en nítida vertiente nihilista, nada es absoluto o trascendente. Por ende, nada es santo. Criticando lo que considera como especie de incoherencia de los teóricos posmodernos, escribe Juan Velasco:
Rechazan, desde luego, la objetivación de la trascendencia que supone el pensamiento fundamentado, logo céntrico.  Pero mantienen referencias a la inagotabilidad e inefabilidad de la vida que muestran cierta apertura a un más allá de la razón científica, instrumental y funcional. Rechazan el pensamiento “ontoteologico”, pero son sensibles a pensar desde la in-eliminable diferencia.2
La otra postura es que “todo es sagrado” reconoce expresiones no cristianas y cristianas. En la India, por ejemplo, aun las vacas son sagradas. Una versión cristiana de la misma postura podría ser ilustrada con lo que dice el teólogo Gustavo Gutiérrez cuando señala: “Hablar de la presencia de la gracia –aceptada o rechazada- en todos los hombres, implica, por otra parte, valorar cristianamente las raíces mismas de la acción humana. Impide hablar con propiedad de un mundo profano”.3
Pero, ¿que es “lo santo”? ¿Cómo se define? ¿Cómo se contrasta con “lo profano”? ¿Es lo mismo lo sagrado en Dios que en el hombre? ¿Qué dice Jesús sobre “lo sagrado”? ¿Cómo se relacionó con lo sagrado? ¿Qué implicaciones practicas pueden surgir de la enseñanza de Jesús para nosotros hoy, en nuestra relación con Dios, con nuestro prójimo, con nuestro mundo?  Son muchas preguntas que intentaremos ir dilucidando en la exposición del tema.
1. Lo sagrado según la investigación teológica y la antropología cultural.
Cuando abordamos el tema de “lo santo” no puede dejar de hacerse referencia a la investigación de un teólogo y antropólogo alemán, Rudolf Otto. Su obra, Lo Santo, publicada en 1917, marco toda una época, de modo tal que todo teólogo que abordara el tema con posterioridad a esa fecha, debía, necesariamente, referirse a esta investigación.
El intento de Otto, un teólogo que termino suicidándose, era mostrar lo irracional en la idea de lo divino. Como lo explica Michel Meslin:
En efecto, las primeras páginas son un ataque general contra el racionalismo religioso y, en igual medida, contra cualquier teología racional –como el tomismo-, donde Dios solo se muestra en unas funciones racionalmente aprehensibles: como organizador del cosmos, creador, legislador, justiciero, etc.
Este tipo de teología, explica Otto, lleva a unas representaciones del Ser de Dios completamente abstractas, alejadas de la vida, ajenas al sentimiento religioso. […] el gran reproche de Otto es, pues, que lo racional cree poder explicar lo divino mediante elementos no divinos.4
¿Que descubre Rudolf Otto en cuanto a la esencia de lo santo? Para el, lo santo tiene tres aspectos que hacen a su esencia. Lo santo o lo sagrado, es algo que puede describirse como el misterio de lo tremendo, lo que fascina y lo augusto.
Si leemos el Antiguo Testamento, notaremos que hay muchas narrativas de la presencia de YAHVÉ, con epifanías o manifestaciones visibles que son tremendas porque apabullan, empequeñecen, aterran. Algunas de esas descripciones, solo a titulo ilustrativo son: (Éxodo 19 y 20, Ezequiel 1, Isaías 6 y Habacuc 3.) El misterio de lo tremendo, “es el aspecto bajo el que lo divino es experimentado como inaccesible y misterioso. Ante el misterio de este Theos- agnostos, el hombre solo puede experimentar ‘el sentimiento de criatura’.5
El segundo aspecto de lo santo, es su carácter fascinante, es decir, se trata de algo que atrae, cautiva, seduce. Especialmente, aquí entran en juego las cualidades de Dios tales como el amor, la piedad, la benevolencia, aspectos que atraen al creyente hacia Dios.
La tercera característica, menos consignada por los estudiosos, es la del augustum, por el cual el creyente reconoce el derecho de Dios de ser Augusto y, por tal motivo, digno de ser alabado, honrado, glorificado.
¿Cuál ha sido, entonces, el aporte de Otto a la comprensión de lo sagrado? Meslin dice que el aporte esencial es haber demostrado que la experiencia que el hombre tiene de lo sagrado es algo que no puede reducirse a meros requerimientos sociológicos ni tampoco una especie de sublimación psicológica. Se trata de que “lo sagrado es un presupuesto, irreductible, experimentado y vivido a través de lo psicologico”.6
2. Jesús y lo sagrado.
No son muchos los textos en los que Jesús se refiere a lo sagrado. Pero a pesar de esa limitación, podemos extraer algunas lecciones de los pasajes donde se refiere al tema, ya sea en forma directa o indirecta.
Lo sagrado es el Nombre de Dios. En la primera petición del Padrenuestro decimos al Padre celestial: “santificado sea tu nombre” (Mt.6:9).  Lutero comentaba en su Catecismo Menor:
El nombre de Dios es, en verdad, santo en sí mismo, más rogamos en esta petición que sea santificado también entre nosotros. Santificase el nombre de Dios cuando la Palabra divina se enseña con toda claridad y pureza, y nosotros, como hijos de Dios, vivimos conforme  ella de una manera santa. ¡Ayúdanos a esto, amado Padre celestial! Más el que enseña y vive de modo diferente de lo que enseña la Palabra de Dios, profana entre nosotros el nombre de Dios. ¡Líbranos de esto, amado Padre celestial! 7
Cuando en la Biblia se habla del Nombre de Dios, se está haciendo referencia a la Persona de Dios representada en ese nombre. Es como cuando en el Evangelio se dice que debemos creer “en el nombre de Jesucristo”, no significa simplemente que debemos creer que Jesús se llama así y no Juan o Pedro. Significa que creemos en la persona de quien porta ese nombre y en lo que significa ese nombre. Santificar el nombre de Dios, entonces, es respetar y honrar a Dios en nuestras vidas cotidianas y en todas las esferas de la misma.
Estrechamente vinculado al texto anterior, tenemos la oración sacerdotal de Jesús registrada en Juan 17, en la cual en determinado momento dice Jesús: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre” (v. 11). Que Dios sea santo, significa que es, por su carácter, totalmente diferente a otros seres, “el Totalmente Otro”, como algunos teólogos lo han afirmado.
Volviendo al pasaje inicial de Mateo 7:6, Jesús establece una prohibición de dar lo santo a los perros.
Aquí hay un trasfondo del Antiguo Testamento, donde se prohíbe dar lo santo, es decir, la carne de los sacrificios, a los perros (Ex. 29:33, Lv.2: 3 y 22: 10-16).  Difícilmente Jesús se refiera aquí a los gentiles, que eran considerados como perros y cerdos por parte de los judíos. Más bien la idea pareciera ser que los discípulos de Jesús no deben “dar participación del don precioso y santo del evangelio, a los que de él son indignos…” 8
También Jesús habla de los “santos ángeles”, en una referencia escatológica que registra Marcos 8:38 y Lucas 9:26. En otro contexto escatológico, el sermón del tiempo final, Jesús dice: “Así cuando vean en el lugar santo ‘la terrible abominación’ de la que hablo el profeta Daniel” (Mt. 24:15 NVI). Esta abominación del lugar santo tiene referencia histórica a la estatua de Zeus Olímpico erigida en el templo de Jerusalén por Antíoco Epifanías en el 168 a. C.  Hay un lugar santo en el templo, que ha sido profanado por los impíos. 9
Finalmente, Jesús se refiere a los discípulos como santos o santificados. Dice en la oración sacerdotal: “Santifícalos en la verdad, tu palabra es verdad” (v. 17). “Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (v. 20). Los creyentes en Jesús somos separados y consagrados para Dios en la  palabra de Dios, que es la verdad de Dios.
¿Qué diferencia sustancial existe entre la santidad cuando se refiere a Dios y la santidad cuando se refiere a cosas o a criaturas?  Miguel Benzo hace la siguiente distinción:
Para todos los teísmos, lo único sagrado en sentido estricto es Dios.  Es el único misterio y el único valor absoluto.  Pero, puesto que todos los demás seres dicen relación esencial a él, se le abren en su por qué y para que, toda la realidad tiene una sacralidad relativa. 10
3. El replanteo que Jesús hace de “lo sagrado”.
Aunque Jesús reconoce la sacralidad del templo y de las fiestas judías, de las cuales participa, no obstante sus palabras y su acción implican ciertos cambios. Del significativo dialogo con la mujer de Samaria, se desprende que, mientras ella procura desviar el tema central de Jesús hacia una cuestión sobre el lugar donde debe adorarse a Dios, Jesús dice que eso ya no es importante.
Que lo importante es que se adore a Dios “en espíritu y en verdad” (Jn. 4:24). El monte al que hace referencia Jesús en el versículo 21 es el monte Gerizim, donde había estado edificado el templo samaritano, rival del templo erigido en Jerusalén. Pero Jesús replantea el tema del templo, al decir que como Dios es “espíritu”, lo que importa no es el lugar donde lo adoramos, sino el espíritu y la actitud con que lo hacemos. Esto implica, obviamente, un replanteo del tema de la sacralidad del templo.
Este replanteo de Jesús será ampliado luego por los apóstoles en las epístolas. El verdadero templo ahora es la Iglesia de Jesucristo, la morada de Dios en el Espíritu, dice Pablo en Efesios 2:22. Y el autor de la carta a los Hebreos sostiene que Jesucristo entro al verdadero santuario celestial (9:12). Jesucristo suprimió todos los sacrificios del sistema judaico (7:27, 9:25 y 10:18). Volviendo a Pablo, no solo la Iglesia es el templo santo para Dios, sino que el cuerpo mismo del cristiano es templo del Espíritu, es decir, el cristiano se constituye en lugar santo (1 Co. 6:19-20).
También las fiestas y días especiales sufren cierta mutación a partir de Jesucristo. Ahora, nadie nos debe juzgar en cuanto a días de fiestas, sábados o lunas nuevas (Col. 2:16-17, cf. Ro. 14:1ss.).
Finalmente, la vida humana es para Jesús, de valor primordial y prioritario a la hora de que entre en conflicto con lo ritual. El tema es claramente expresado en el relato de Marcos 2 y los paralelos. Efectivamente, en la última parte de ese capítulo (vv. 23-27) se plantea la cuestión de que los discípulos arrancaban espigas a su paso por los sembrados.
Ante la crítica farisea, Jesús se refiere al caso cuando David tomo de los panes de la proposición, es decir, del templo, para comer él y los que lo acompañaban. Eran panes “consagrados a Dios, que solo a los sacerdotes les es permitido comer. Y dio también a sus compañeros” (v. 26).  Jesús remata sus palabras con un argumento contundente: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (v. 27ª NVI). En breve: la vida humana tiene prioridad sobre lo ritual, es decir, es de mayor densidad sacra comparada con los reglamentos.
Conclusión
Por lo que podemos observar, hay en Jesús una afirmación de lo sagrado, pero no de una manera acrítica o meramente repetitiva. Jesús, en realidad, establece un replanteo de lo sagrado, mostrando que los hombres, en su caso los fariseos, pueden muchas veces quedarse con la cascara de una realidad que es mucho más profunda que la envoltura. Esto se ve claramente en sus referencias al templo como lugar de adoración y a  la ley del sábado como institución.
Mucho más importante que el lugar físico, “sagrado” como lugar donde Dios debe ser adorado, es que lo hagamos en Espíritu y en verdad. En lo que se refiere a la ley del sábado, más importante que el reglamento es la vida humana. Cuando ella está amenazada, debe resguardarse y privilegiarse por encima de todo reglamento. Para concluir, juzgamos muy acertadas las palabras de José María Castillo: “Jesús destruye aquella sacralidad, pero no reconstruye ‘otra’. Jesús destruye aquel sistema, para poner en su lugar la fe y el seguimiento, que se traducen en el amor”.11

LA ALEGRIA DE UNA VIDA SENCILLA

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