Antes que nada,
tengamos en cuenta, que comenzamos a hablar de la vida más maravillosa
que alguna vez existió en medio de los hombres. Tal es la grandeza de
esta vida, que la Biblia afirma por su misma boca que El descendió del
cielo.
Ya dijimos que la persona de Jesucristo, es central. Toda investigación debe tener su persona como punto de partida.
“La persona y la obra
de Cristo son la roca fundamental sobre la cual descansa la fe
cristiana. Si El no es lo que dijo ser y realiza la obra para la cual
declaró que vino a este mundo, entonces, toda la estructura del
cristianismo cae derrumbada por el suelo. Quitemos a Cristo del
cristianismo y éste queda desentrañado; no queda prácticamente nada.
Cristo es el centro del cristianismo – todo lo demás es circunstancial.”
Por ello, deberemos respondernos algunas preguntas: ¿Fue el carpintero de Nazaret el hijo de Dios? ¿Quién fue Jesús? Estas preguntas tienen que ver con el carácter de su persona.
La otra faz de nuestra inquietud, seria demostrar que si realmente Jesucristo
es una persona divina y especial, entonces muchos problemas se
resuelven naturalmente. Por ejemplo: la existencia de Dios. Si hay un
Dios tiene que ser como Jesucristo.
También queda
establecido el claro destino de cada ser humano. El temor a la muerte, o
la duda de la existencia de una vida futura, carece de sentido porque
Jesucristo a través de su resurrección, nos ha librado del temor y nos
ha dado vida eterna.
Todos recordamos que en una ocasión el Señor Jesucristo les preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” (Mr. 8:27). Una contestación acertada a esta pregunta es el fundamento para todo estudio de la vida de Jesucristo.