lunes, 28 de marzo de 2011

RECUPERAR LA ESCUCHA DEL CORAZÓN


Carlos Hernández
Lo interior es del orden del corazón, de lo íntimo y de lo propio. El corazón en la Biblia tiene que ver con nuestra relación con Dios. Él “prueba el corazón”, “transforma el corazón de piedra en un corazón de carne”, “la circuncisión verdadera es la del corazón”.
Nuestro yo defensivo no puede manipular el corazón; éste impone y funda un ritmo propio, genera una ansiedad que tenemos que atender. El “corazón arde” cuando siente la presencia de Jesús. El corazón custodia los pactos que hacemos con Dios, con nuestro prójimo y con nosotros mismos.
Luego, cura interior tiene que ver con un conjunto de operaciones que recupera la escucha del corazón. Es volver a orientarnos, no ya más defensivo (justificándonos), sino que el yo comienza a guiarse por el corazón, por aquello que se mueve a partir del amor del Padre por su hijo o del Esposo por su esposa.
La cura interior rechaza toda magia, toda pretensión autoritaria, toda manipulación técnica. La cura interior nada tiene que ver con fórmulas, imposiciones o regulaciones arbitrarias.
La cura interior ocurre en la intimidad de la persona, siempre próxima al misterio, es decir a lo particular, único. La cura interior es un “acontecer”; es aquello que crea un espacio para que surja lo nuevo, lo espontáneo de la vida. Y la vida del corazón es aquello que despierta en nosotros la “realidad” que no es otra cosa que permanecer a la Vida, estar en la Presencia de Jesús.
La vida del corazón restablecida como origen de lo psicológico, es decir el proceso de cura interior, requiere de “actitudes decididas”. Una de ellas es la capacidad de permanecer en silencio, quietos (Isaías 30:15), afirmados en el amor gracioso de Dios. Es en este silencioso oír nuestro corazón que se originan nuestras palabras, iniciativas y decisiones.
Un corazón saludable es un corazón que nos acompaña que “sostiene nuestro andar” que permanentemente nos cuenta que no estamos solos. En síntesis, el corazón se alimenta en la Presencia de Jesucristo.
El corazón es por excelencia el órgano de la conexión. Cuando se alteran sus conexiones, ya sean las internas o las que lo ligan a lo externo, se produce la arritmia. La alteración del ritmo (la arritmia) no es solo del corazón, sino es una disfunción cósmica.
La persona siente como el salmista un malestar interior, pero también tropieza en el mundo y se desencuentra con el otro. A todos estos síntomas perturbadores se agrega que imagina un Dios que lo abandona.
El encuentro con la Presencia de Jesucristo es el más fabuloso acontecimiento que al hombre le puede ocurrir. En este encuentro el corazón restablece su conexión con la Vida. El nódulo sinusal (el que marca el ritmo del corazón) recibe los impulsos del amor de Dios.
En la afinación de los ritmos del corazón (la cura interior) el mayor maestro fue Juan. Lo que nos cuenta lo vivió estando cerca del corazón (“recostado sobre su pecho”) de Jesús.

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